Llegó diciembre y el cuerpo lo sabe.
Puerto Rico vive el estrés postraumático de María y lleva arrastrando las ganas de parisear desde hace mucho. Por eso usted está viendo guirnaldas antes que calaveras, pavos o calabazas. No podíamos esperar. Es que en 2017 no tuvimos navidades.
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Y con las ganas, llegaron las fiestas. Y comienzo a percibir una especie de lentitud. Es como si nos hubieran pega’o el pie en el freno. El carro sigue corriendo, pero aguanta’o, como el cuerpo y la mente.
Ya los gimnasios, al menos los fines de semana, se van vaciando poco a poco, empiezan a llover las solicitudes de días libres y los cargos a vacaciones. En la óptica, el otro día comenté lo raro que me estaba no tener que hacer turno y la encargada me dijo que se debe a que estamos en diciembre. Fui al beauty y cuando comenté sobre la poca clientela, me dijeron que era porque estamos a principios de diciembre. Fui a Hacienda y me dijeron que éramos pocos porque estamos en diciembre. Llamé a hacer un cobro y me dijeron que estaba tardando porque era diciembre.
O sea, la gente coge libras en diciembre, se queda ciega en diciembre, no se pinta las canas “a principios de diciembre” porque lo dejan para más cercano a las fiestas, le despreocupan las deudas contributivas mientras haya fiesta, como si las deudas se las fuera a llevar Año Viejo, no pagan porque ya ese mes va cargado de gastos.
“No los culpo. Yo tengo un viaje a fin de mes y empecé a hacer la maleta en octubre. Primero, por la emoción; segundo, por la urgente necesidad de descanso; y tercero, porque, claramente, el cuerpo y la mente son sabios y ya en diciembre se va quedando sin gasolina. El problema es que nada de lo que yo hago se da el lujo de esperar a que pase diciembre, así que vivo en constante lucha con el mes de diciembre, junto con cualquier otro mes en que caiga Semana Santa. Ese es otro dolor de cabeza para gente de estrictos deadlines como yo.
Yo no sé si es posible medir la productividad individual a gran escala. Pero apuesto que, a menos que seas un vendedor, chinchorrero o reguetonero, la gráfica se escocota en mil otras profesiones y ocupaciones durante el bendito mes de diciembre. Además, más importante aún, yo no puedo decirle al banco que se aguante porque estamos en diciembre. Nadie me va a perdonar recargos y penalidades porque estamos en diciembre. Ni me van a dar un break en la curva del crédito porque estamos en diciembre.
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Imagínese esta conversación: “Llámeme en enero, señor”, mientras el empleado del call center, desesperado por completar la cuota del mes, arranca a hacer los mejores cálculos de todas las penas que te va a espetar por el carro, que no es como que detendrás en la marquesina en diciembre. Te las quiere poner triple, pero no puede.
Pero el colmo de una sociedad como la nuestra, en pleno esfuerzo de recuperación pos-Irma y María, es que nos demos el guille de vagos, que arrastremos los pies. Primero, creo que viola las leyes básicas de recuperación económica. Segundo, estoy segura de que viola todos los parámetros de recuperación individual, sin decir de orgullo.
Goza, vive, disfruta esta Navidad con la tranquilidad de que tienes luz, de que no tienes que prender la planta ni hacer fila por gasolina, de que te sobra el hielo y que la carne no se va a dañar. Que puedes prender el aire y el air fryer mientras te das blower y lavas ropa.
Yo también sé que es diciembre y mi cuerpo y mi mente lo saben. Pero es importante, sobre todo, vivir diciembre para vivir bien en enero.
¡Felices fiestas!