Al comenzar el año y tras el trauma distendido del huracán María —que nos impactó en todos los renglones— el escenario para uno de los renglones más importantes de la economía local se pintaba complicado y preocupante. Hablo de los pequeños y medianos comerciantes. Se trata de un sector que ha sido ampliamente vapuleado por los Gobiernos, quizá bajo el entendido de que aquello de ser pequeño lo convierte en poco importante y, por ende, “sacrificable” ante los intereses de sectores “grandes” o con nombres exóticos.
El Departamento de Hacienda apuntaba a que el 30 % de esos pequeños negocios no había abierto y, quizás, ya no abriría tras el paso del ciclón. Y eso —lo admitiera o no el Gobierno— era una muy mala noticia, sobre todo porque, según números presentados por economistas, ese sector de los “pequeños” hace la más grande aportación al panorama laboral.
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Tanto, que el 86 % de los trabajos de la isla es provisto precisamente por empresas pequeñas y medianas, de capital local. Las grandes, aunque “grandes”, se quedan cortas a la hora de producir empleos, no solo en números, sino en la calidad de esos trabajos creados. Según la firma Estudios Técnicos, no se trata solo del sector que más empleos produce (si usted o alguien que conoce tiene empleo es muy probable que sea gracias a ellos), sino que, además, las empresas locales representan el 53 % del Producto Interno Bruto. Palabras mayores. Por ello, las noticias que nos llegaban al comenzar el año preocuparon a más de uno.
Sin embargo, ante el hecho de que varios establecimientos comerciales de cadenas estadounidenses cerraron sus puertas total o parcialmente después del huracán, los consumidores locales parecen haber comenzado a redescubrir las tiendas del país y a gastar su dinero en ellas. Además, grupos locales se aventuraron a invertir para adquirir los espacios comerciales abandonados por las empresas que cerraron. Casos como Selectos, Pueblo y Supermercados Famcoop, entre otros, compraron y ocuparon los espacios dejados, lo que ha aportado al crecimiento de las empresas locales que reseña el trabajo de investigación más reciente de Estudios Técnicos. Ese crecimiento es vital en medio de la situación que vive la isla. Y eso supone, hoy más que nunca, conciencia de todos a la hora de decidir en dónde gastamos nuestro dinero. Es evidente que los tiempos que vivimos nos obligan a la búsqueda de buenos precios que nos ayuden a estirar el peso, pero ese afán debe ser compatible con la idea de que ese peso sea gastado —siempre que sea posible— en comercios locales. Si lo piensa, la ecuación le hará toda la lógica del mundo. Cada vez que compra en negocios de capital extranjero (todos lo hacemos y no hay nada malo en ello), el dinero que gastamos vuela inmediatamente fuera de nuestra jurisdicción. Esos $200 dólares de la compra hecha son transferidos en cuestión de segundos a bancos fuera de la isla.
En cambio, si la compra se hace a capital local, el dinero no solo se queda en la economía local, sino que ese dinero ayuda a garantizar más de 500 mil empleos en momentos en que resulta preciso reforzar nuestra economía.
El primer paso de esa cruzada por lo “de aquí” comienza esta semana cuando se celebra el llamado miércoles naranja”, momento en que tiendas locales ofrecen precios especiales. Pero no debe concluir allí. ¿Lo próximo? Procurar y exigir productos hechos en Puerto Rico en comercios locales o extranjeros. La demanda empuja a la oferta. A empujar.