Ya hoy voy de regreso a la isla después de cuatro días en Florida cubriendo las elecciones de medio término acontecidas el martes. El resultado electoral no es el que esperaban muchos sectores en Estados Unidos, que pidieron un rechazo a las políticas públicas de la Casa Blanca. Todo lo contrario, Trump ganó terreno en algunos sectores políticos como el Senado y las gobernaciones. Y aunque es un logro para los demócratas haber retomado el control del Congreso, sus actuaciones tienen que ser cuidadosas en lo sucesivo, no vaya a ser que fortalezcan a Trump en vez de debilitarlo para la contienda de 2020.
Muchos sectores en Estados Unidos, incluida la prensa, están en negación y promueven el discurso de que Trump representa el sentir de una minoría enferma y retrógrada. Los resultados del martes y las encuestas de popularidad favorables a Trump publicadas recientemente establecen que eso no es necesariamente así. Todo ha demostrado que el discurso de Trump es el mismo que el de un amplio sector en la sociedad estadounidense que está anclado, principalmente, en las zonas rurales. También ha quedado demostrado que la férrea oposición que ha encabezado la prensa, particularmente las cadenas noticiosas de TV, en casi un bullying diario a la Casa Blanca, ha tenido el efecto de polarizar aún más y cancelar lo que debería ser una fiscalización dura pero justa.
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Trump no perdió el martes y tiene la oportunidad de ampliar su apoyo electoral de cara a las próximas elecciones. ¿Cómo? Polarizando como lo ha hecho hasta ahora, pero con la nueva mayoría demócrata en el Congreso. Nancy Pelosi y el nuevo liderato cameral de Washigton están, desde ya, tentados a caer en el reality show de Trump con investigaciones, subpoenas y el asomo de un residenciamiento que no tiene break alguno por la composición en el Senado. Si eso ocurre, Trump se presentará fuerte en 2020 y su reelección puede ser proclamada desde ya. Y es que Trump tiene un discurso fuerte en el tema de la economía, que ha sido legitimado.
Algunos demócratas moderados han pedido a su partido no caer en la pelea y enfocarse en los issues de política pública. Pero me luce que la presión de la prensa no lo permitirá.
En medio de todo esto, están como actores políticos los electores puertorriqueños. Florida demostró, una vez más, que es una cajita de sorpresas y que lo seguirá siendo. Acá no estamos seguros de que haya habido la movilización electoral de los puertorriqueños como reclamaron las organizaciones “Boricua Vota”, “Alianza for Progress” e “Hispanic Federation”. Muchos no salieron a votar, no vi la activación de los que llegaron después de María y otros decidieron darles su voto a los republicanos, ya sea por creencia filosófica o porque toda política es local, como dice el viejo dicho.
A estos grupos les queda mucho trabajo por hacer para convencer a los puertorriqueños de que pueden hacer la diferencia con su voto acá. Sin embargo, hay que reconocerles éxito ante las victorias de varios boricuas a puestos electivos estatales y locales por los cuales lucharon.
En la Florida central, un nuevo liderato político puertorriqueño está despertando y, desde ya, se puede anticipar que, en un futuro no muy lejano, irán escalando posiciones hasta dirigir ciudades y el estado. La influencia política boricua ya tiene la atención nacional. Ahora es cuestión de seguir cultivándola para que pronto sea otro el cantar.