Por un lado, Bad Bunny ha ocupado nuestra atención nacional tras el inusual pedido del gobernador. Por el otro, Ricardo Rosselló, ignorado por el artista durante más de 48 horas en lo que pareció ser un montaje publicitario inicialmente, le ha pedido a la prensa que cubra sus gestiones positivas con la misma intensidad que le pusieron a la polémica del llamado Conejo Malo. Yo pido que todos, ciudadanos y Estado, atendamos con rigurosidad y pasión la educación del país.
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Esta semana se ha adueñado de las redes sociales otro video de un incidente en una escuela pública puertorriqueña. La grabación, tomada por unos estudiantes, presenta un altercado físico entre un maestro y un estudiante en momentos en que el primero le pedía al joven que se sentara para terminar de tomar la clase en curso. Hubo empujones, desafío, maltrato, falta de respeto, gritos. También hubo observadores pasivos, risas y la contemplación de un público que parecía ver una escena de la cotidianidad. Todo sobre ese video debe ser la base para una gran conversación. Lamentablemente, sabemos que no será así, como no lo fue el último video similar que fue publicado, el del maestro Pujols de San Lorenzo. Como tampoco nos provoca el debate los numerosos hechos violentos que vivimos a diario.
Ciertamente, en las escuelas están pasando muchas cosas positivas. Hay miles de niños, cientos de maestros, padres y tutores, dándolo todo por el futuro del país. Pero en la coyuntura en la que nos encontramos, el país no se puede dar el lujo de que pase por inadvertida la más mínima señal de disloque social. La del incidente en la escuela Juan B. Huyke de San Juan no debe ser tratada como una señal aislada.
No conocemos lo que pasó antes que el “videógrafo estudiantil” apretara el botón de récord. Tampoco conocemos qué tensión había en el grupo o qué pasó luego.
Tenemos ante nosotros algunos datos que no han sido impugnados. Estos son: el maestro enfrenta otras querellas por trato inadecuado a estudiantes y se encontraba allí como “transitorio” bajo un reclutamiento especial, sin hacer los turnos correspondientes como tienen que hacer otros cientos de educadores. El grupo ya presentaba problemas de disciplina, el niño es del Programa de Educación Especial, varios maestros han renunciado por la misma situación, tres peleas más ocurrieron antes de ayer, no todos los maestros del plantel han sido reclutados y la escuela es una de las que se agrandó con el cierre de otras, recibiendo a alumnos de nivel superior. Esos son los datos y con ellos podemos discutir numerosos problemas, algunos administrativos, otros de fondo.
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En cuanto a los asuntos administrativos, todo tiende a indicar que la burocracia innecesaria, y que no resuelve los problemas, no ha sido derrotada por la secretaria Keleher. Claro, es un aparato con una vieja y politizada cultura operacional que no será fácil destruir. Pero, a la vista no vemos el asomo tan siquiera de los cambios dramáticos que se prometieron, más allá del cierre de centros educativos para lograr ahorros fiscales. Ayer, el jefe de Seguridad de Educación no reconocía un problema en la mencionada escuela, decía que atendía con “delicadeza” la situación y que los padres de los menores serían citados. Mire, señor, el problema requiere una intervención frontal en lo punitivo y en lo social.
En cuanto a los problemas de fondo, no podemos esperar al próximo video para replantear una posible conversación sobre el deterioro social que estamos experimentando. El crimen nos acecha por todos lados, la pobreza cada vez es más evidente y, aunque el Gobierno promueva lo contrario, la recuperación económica no se siente. Todos estos problemas comenzarán a atenderse correctamente cuando entendamos que la educación del país es lo primordial. Tenemos que concentrar todos nuestros recursos para tener una educación de primera y, con ello, una intervención de trabajadores sociales en todos los rincones de Puerto Rico. No podemos pretender reactivar la economía con una plantita aquí o una fábrica allá, ni combatir el crimen con más policías en la calle, si dejamos que nuestros salones de clases se conviertan en escenarios para comportamientos de gangas.
El maestro de la escuela Huyke le gritó al estudiante: “¡Te sientas y te ubicas!”. Creo que ese llamado a ese estudiante desubicado tenemos que asumirlo como sociedad. Todos estamos desubicados hablando de estupideces mientras en algunos salones escolares se sigue cultivando el deterioro social de nuestro país. La gente sigue emigrando y nuestras esperanzas de esfuman.
Por las pasadas noches, por casa se escuchan lo que parecen ser disparos. Nunca ocurría de esta forma. Se escuchan cada vez con más frecuencia. Esto había sido un tema de conversación entre Priscilla y yo hasta antenoche, cuando Rafa dijo: “Esos son tiros”. Lo dijo con cierta tranquilidad. Dijo también que ya él los ha escuchado por varias noches desde su cuarto. Demás está decir que la situación aterra y la tentación al escape se asoma. Así que, por un mejor país, dejemos que Bad Bunny y su productor decidan si hacen un tercer o cuarto concierto, y enfoquémonos todos en la educación. Si hacemos eso, podremos proclamar en un futuro: “Estamos bien”. Todavía no.