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Opinión: Editoriales en defensa

Lea la opinión de la periodista Mariliana Torres

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El reality show parece ser el programa favorito de los políticos. Como si no sintieran vergüenza por sus ejecutorias, siguen actuando por episodios, aunque la puesta en escena sea mala y corrupta. El libreto es malo; mejor dicho, de bajo presupuesto. Imagínese, que uno de los actores, llamado Donald Trump, se refiere a una de sus seguidoras como “perra” y “loca”. A ella no le resbala la ofensa que sale de la boca del llamado presidente de Estados Unidos, y se ha embarcado en una campaña para destronar al hombre y, de paso, hacerse de unos millones con la venta de su libro. Ella, llamada Omarosa, se hará sentir, pero tendrá que probar que lo que dice es cierto, aunque no ha podido explicar cómo pudo grabar lo discutido en la Sala de Crisis de la Casa Blanca. Parecería una saga de Watergate, pero los actores han recurrido a artimañas que dejan mucho que desear. Para la prensa norteamericana, este drama es alimento para engalanar portadas. El seguimiento constante del drama no tiene su base en la venganza por los insultos que a diario reciben también de la boca del actor presidente. Usted pensará que a la prensa le resbalan los insultos, pues está acostumbrada a ello. Sí, todos los días se reciben innuendos, con y sin razón. Pero una cosa son insultos que van de la mano en la ofensa a la dignidad de la persona. A pesar de los insultos, los periodistas continúan investigando y publicando los escándalos trumpianos, que colocan al descubierto sospechas de perversidad, corrupción, chantaje, fallas en seguridad, persecución, machismo y discrimen.

En el reciente episodio de Trump versus la prensa, más de 300 periódicos norteamericanos reclamaron respeto a la libertad de prensa en portadas, por la ofensa del presidente norteamericano al calificarlos de peligrosos para el mundo. Un asunto es que no le gusten las noticias que publican y otra es llamar casi “terrorista” a un trabajador de la verdad. Los periodistas no llegan a trabajar armados para confabularse sobre a quién harán daño hoy. Ello es irreal, pues demuestra que no es profesional e ignora las virtudes y la ética del periodismo. El reclamo en portada de los periódicos norteamericanos y la cobertura mundialista son necesarias en un país cuyo Gobierno se ha vanagloriado de promover la democracia y la libertad de prensa. Omarosa es producto de la telerrealidad, y aprendió a moverse en escena con Trump. Ahora, con razón o sin razón, Trump está recibiendo de su propia medicina. Mientras recibe golpes directos a su imagen, hay un reclamo sobre la mesa de respeto por la libertad de prensa, que valida igualmente el derecho que tiene usted a expresarse. La prensa no es el partido de la oposición ni el enemigo del pueblo. Esas expresiones de un primer mandatario pueden desatar, peligrosamente, violencia contra los medios de comunicación. La intolerancia y el acoso que se reciben a diario se tragan y se tragan. Dice mucho de las personas que se dedican a insultar a diario, sobre todo por las redes sociales.

Se ve reflejada la ignorancia al vincular el concepto de noticias falsas con información desfavorable al político de turno. La campaña para desacreditar a los medios de comunicación ha tenido efecto en sectores de la sociedad que favorecen al presidente Trump. De hecho, en una encuesta de Pew Research se indica que el 85 % de los votantes republicanos piensan que los medios de comunicación tienen una consecuencia negativa en Estados Unidos. Cuando se indaga y se investiga, los involucrados se sienten amenazados, pero, cuando hacen campaña política, buscan los medios de comunicación para utilizarlos como propaganda. Es allí cuando se aplica la malicia periodística producto de la experiencia, no de la maldad.

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