El escándalo que rodea al Partido Popular Democrático y que tendrá su próximo episodio crítico el lunes cuando se reúna su Junta de Gobierno, representa con mucha probabilidad el nuevo turning point ideológico para esa colectividad.
Desde la era de Alejandro García Padilla, la cúpula popular ha estado dominada por el establishment, el centro ideológico y conservador, así como por los estilos tradicionales de hacer política partidista. A pesar de exabruptos momentáneos y populistas, como aquel “me vale” que lanzó el pasado gobernador para referirse a los bonistas (mucho antes de ir a Washington a defender PROMESA), el PPD lleva 10 años con un discurso conservador. Tanto así que las voces más liberales en los cargos electivos que ganaron bajo la insignia de la pava, como Carmen Yulín Cruz y Manuel Natal, son vistos como figuras extrañas a la estructura de ese partido de oposición. En el tema del estatus político no se han movido ni una pulgada, a pesar de los mensajes en contra del ELA que envía la metrópoli. En cuanto a las políticas públicas, no se escuchan mensajes innovadores. Y en cuanto a la forma de manejar el proselitismo político, casos como el de Anaudi Hernández nos refleja el camino que han escogido.
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La reciente discusión sobre la firma de cabilderos DCI revela que la situación para el PPD es peor. Refleja que, en ese partido, lejos de apartarse de los estilos rechazados en los foros públicos, los líderes que pretenden ofrecer sus servicios al electorado en 2020, desde los cargos más prominentes, los perpetuarían. Sin embargo, al descubrirse todo el andamiaje que construyó esa firma washingtoniana durante el pasado cuatrienio en contra del Gobierno y a favor de los bonistas, con la asesoría legal de Héctor Ferrer y Roberto Prats, el PPD, podría encaminarse a un inevitable momento de cambio en su ruta ideológica y filosófica. Todo dependerá de las movidas que hagan en estos días las figuras claves de ambos sectores en el interior de la pava.
Por un lado, la derecha tendrá que buscar una figura fuerte, querida y que proyecte “consenso”. Nuestras fuentes indican que esa persona podría ser Eduardo Bhatia. Nos dicen políticos claves en el PPD que Bhatia pondera la posibilidad de lanzarse, finalmente, al ruedo como principal líder del partido de oposición. Por eso, su silencio en estos días. Y digo, finalmente, porque el expresidente del Senado ha tanteado, en varias coyunturas como esta, esa posibilidad, pero le ha huido a asumir el riesgo. Además, se le atribuye poca capacidad para levantar la organización y la estructura política necesaria para manejar una candidatura de alto nivel. Otras figuras en algunas alcaldías populares, como Josean Santiago o Charlie Delgado, son mencionados, pero tampoco se les observa con opciones reales de triunfo ante un PNP que, con todo y sus problemas, no se visualiza derrotado en el próximo evento electoral.
Mientras, la dupleta Carmen Yulín Cruz y Manuel Natal dirigen el bando opuesto. Con muy pocas sillas simpatizantes en los organismos rectores del PPD, se presentan como los kamikazes dispuestos a implosionar el partido con tal de sacar del medio esas prácticas que consideran “dañinas”. Antes de que explotara el escándalo de DCI, se mencionaba por lo bajo que la alcaldesa de San Juan aspiraría a comisionada residente en Washington, sin casarse con candidato a la gobernación alguno. Mientras que a Natal se le mencionaba para la alcaldía de San Juan, aunque la senadora Rossana López pareciera tener eso “plancha’o” con Yulín.
Pero los vínculos de Ferrer y Prats con DCI es un claro game changer para el PPD.
En estos cuatro días, el pulseo será intenso en el interior de la pava, y la crisis podría suponer un cambio de dirección en la ola sobre la que están los populares.