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Opinión: Cómo contamos la verdad

Lea la opinión de la periodista Mariliana Torres

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El buen periodismo consiste en informar con independencia la verdad y denunciar la injusticia. Esa fue la respuesta de un joven estudiante que recién comienza sus estudios en periodismo. Pensé: hay compromiso y responsabilidad. Cualidades que son indispensables para sobrevivir esta desafiante y necesaria profesión. Acto seguido, le pregunté si tenía miedo de contar la verdad. Su respuesta fue firme: no se puede hacer buen periodismo con miedo. Tiene toda la razón del mundo. A quien le tiemblen las piernas no puede ser periodista. Para publicar hay que hacer las preguntas firmes y correctas. Han notado que, cada vez que se publica una noticia con acontecimientos exclusivos corroborados, que implican corrupción o fallas de seguridad, tiemblan las paredes de los involucrados y se acusa sin prueba a la prensa de tergiversar. Entonces, se inventan todo tipo de respuestas absurdas para explicar lo inexplicable. El pueblo no es tonto ni ignorante. Conoce muy bien cuando el implicado está mintiendo. El escandaloso caso más reciente en la Casa Blanca podría ser un buen ejemplo sobre comprobación de datos periodísticos esenciales para hacer valer la información. Es evidente que alguien está mintiendo y la historia le está dejando dividendos. La exasesora del presidente Donal Trump, Omarosa Manigault Newman, esta jugando a quién dice la verdad, y para probar cómo tiemblan las paredes en la mansión de DC, ha recurrido a darle en bandeja de plata a los medios de comunicación la segunda grabación que coloca al descubierto corrupción y discrimen en la administración de la que formó parte. Luego de su despido, el nivel de venganza es insospechado. Ocurrencia que le puede causar terribles consecuencias profesionales mientras llega a las estanterías su libro. Quizá también se prepara para vender su historia a Hollywood. Parecería que se revela nuevamente el caso Nixon y Frost. Los periodistas deben tener cautela con las denuncias de este tipo. Sin pruebas fehacientes no se puede publicar. Bien si tienen la grabación, pero cómo probamos que la grabación es cierta. Ese acontecimiento merece una revisión legal y profesional sobre el audio disponible. La fuente de información primaria es la exasesora, quien asegura que ella grabó en nada menos que la Sala de Crisis de la Casa Blanca, el lugar con mayor seguridad de todo Estados Unidos, donde el presidente discute con su equipo asuntos de seguridad nacional e internacional. Nadie ha podido corroborar que la grabación se produjo allí. Independiente de ello, Trump está nuevamente en aprietos y lo evidencia su reacción ligera a la situación crítica: “Omarosa, quien fue despedida tres veces en El aprendiz [reality show protagonizado por Trump], fue ahora despedida por última vez”. Añadió en su cuenta de Twitter que ella le suplicó trabajo con lágrimas en los ojos y que el personal en la Casa Blanca la odiaba, y concluyó indicando que era agresiva pero no inteligente.

Es una situación muy interesante en términos de corroborar datos, confiabilidad y veracidad. En términos políticos, coloca en aprietos a muchos. A la exasesora se le preguntó dónde colocó la grabadora o el teléfono, o cómo obtuvo el audio de la reunión y cómo vulneró la seguridad del salón mas protegido de la Casa Blanca. Declinó contestar las preguntas.

Ahora les toca a ustedes ser los periodistas y analizar el asunto. ¿Cómo podemos llegar a la verdad? ¿Cómo podemos obtener otras fuentes de información válidas para contrastar datos y comprobar los hechos vertidos? ¿Tiene calidad el audio escuchado? ¿Hay algún testigo que pudiera corroborar veracidad de la prueba? Esto parece casi un interrogatorio de juicio, pero la primera obligación del periodismo es con la verdad. La obtención de información que se pueda publicar, periodísticamente hablando, requiere también interpretación de los hechos, diversidad, libertad, justicia e imparcialidad. Es disciplina contar lo que sucedió con hechos corroborados.

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