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Opinión: La semana

Lea la opinión del periodista Rafael Lenín López

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Esta es la Semana de la Prensa. Se celebra siempre cercana a la fecha del 31 de julio, día en el que se conmemora el natalicio del padre del periodismo puertorriqueño, César Andreu Iglesias. La fecha oficial fue proclamada así desde hace algún tiempo por el Gobierno en acuerdo con todos los partidos políticos que ostentaban entonces cargos de poder.

La semana siempre es ocasión para que las organizaciones periodísticas realicen talleres de mejoramiento profesional, ofrezcan seminarios sobre los temas del momento, traigan invitados del exterior que aporten con sus experiencias a nuestro desarrollo y, por supuesto, celebren eventos de reconocimiento a los mejores trabajos publicados durante los pasados doce meses. Es ocasión también para reflexionar sobre el momento en el que de encuentra el periodismo puertorriqueño, hacer introspección, autocriticarnos y tomar las acciones que sean necesarias para proveerle a la ciudadanía un mejor servicio. A fin de cuentas, todos debemos tener claro cuál es la función del periodista en una sociedad. El periodista puede llegar al lugar donde el ciudadano común quizás no puede, y tiene acceso a las personalidades que, en lo ordinario, son inaccesibles. Como interlocutores de los ciudadanos, los periodistas tienen que informar, reportar, preguntar, indagar, descubrir, publicar y señalar, contra todo viento y marea. El periodista tiene que ser sensible a las necesidades de los más vulnerables, ser oído y voz para el que no tiene y, sobre todo, tiene que tener un amor profundo por su país.

En ese caminar diario, es indispensable que el periodista se eduque, conozca la historia, el contexto de los eventos que cubre, que lea y que sepa por qué ocurren las cosas que está presenciando.

El periodista tiene que quitarse de la cabeza esa obsesión con el concepto de la “objetividad”. Esa pretensión de que los periodistas se tienen que enajenar de su diario vivir, su construcción social, educativa, religiosa, política, etc., para ejercer su función, es ridícula. Desde mi punto de vista, el periodista tiene que ser justo sobre todas las cosas, presentar todos los lados de la moneda para que sea el receptor de la noticia el que concluya y decida, tanto a nivel individual como colectivo, si es necesario.

El periodista tampoco tiene que darle todo digerido a la gente partiendo de la premisa de que tiene una audiencia poco educada. Me molesta escuchar a los analistas (la opinión es un género periodístico) o a reporteros que lucen obsesionados con explicarle, las cosas al público “en arroz y habichuelas”. Esa actitud expone una prepotencia y un entendimiento de que la audiencia es incapaz de educarse por su cuenta. Subestimamos a nuestros oyentes, televidentes o lectores muy a menudo.

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Con las nuevas plataformas, la misma responsabilidad debemos tener. Tenemos que dejar los temas chiquitos y promover en nuestras redacciones los temas importantes. Tenemos que ganarle la batalla a la discusión pública de los temas tontos, que se promueven a partir de la premisa de que “eso le gusta a la gente”. Tenemos que evitar convertirnos en uno de esos trolls que viven a diario —pagados— buscando hacerle la guerra al primero que encuentran.

Ser periodista es fascinante. Es la mejor profesión del mundo, como decía García Márquez. Pero los que estamos en ella y los que estarán, tenemos y tienen que comprender la seriedad de nuestros trabajos, sus implicaciones y consecuencias. Si no lo comprendemos, nos convertimos en algunos usuarios más de Twitter o Facebook o, peor aún, en una amenaza o tropiezo para una sociedad que quiere echar hacia adelante. ¡Felicidades compañeros en esta semana y hacia adelante!

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