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Opinión: Orgullo millenial

Lea la opinión de Leo Aldridge

El orgullo millenial provocó que el gobernador Ricardo Rosselló se ausentara de la vista congresional más importante de su cuatrienio, donde la semana pasada se debatió el futuro de la política energética de Puerto Rico.

Al ausentarse, se hilvanaron dos actitudes peligrosas que, juntas, pueden ser explosivas.

El orgullo —condenado en el Viejo y en el Nuevo testamento—, por regla general, suele ser contraproducente, y más cuando un hombre de Estado intenta adelantar una causa que va por encima del individuo.

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La otra actitud peligrosa es de más reciente acuño.

Ya lo había dicho la primera dama, Beatriz Rosselló, que este era un Gobierno millenial. Y, precisamente, el gobernador se cantó ofendido por la razón más millenial que pueda existir: un comentario pasivo agresivo en el mundo paralelo de las redes sociales.

Específicamente, el orgullo herido del gobernador surgió tras un tuit de empleados del Comité de Recursos Naturales que llevaría a cabo la vista (y de la cual es miembro prominente la comisionada residente Jennifer González).

En la vida del millenial estereotípico (y entre otros más entrados en años), el mundo paralelo de las redes sociales es tanto o más importante que la realidad. No existe un evento si no se posteó. La vara del éxito no necesariamente es la ayuda al prójimo o las metas personales alcanzadas, sino, por el contrario, los followers o los likes recibidos en un post.

Ojo: no es que las redes sean malas. Al contrario, han democratizado la información y han funcionado en favor de innumerables causas sociales. Pero las decisiones gubernamentales no deben estar supeditadas a los insultos u ofensas —percibidas o reales— que ocurran en las redes.

En pocas palabras, un comentario en Twitter no debe provocar una decisión de la más alta política pública, mucho menos si se trata de un foro con jurisdicción sobre la isla, que atiende el tema energético con el cual esta administración se casó.

Rosselló se perdió en ese mundo paralelo de Twitter, dejando a un lado una vista congresional que, aunque mucho menos sexy y glamorosa que la satisfacción instantánea que provocan los likes, es el foro donde en realidad se toman las decisiones que afectan el país que él gobierna.   

La política, por supuesto, aborrece los vacíos. Y el vacío dejado por el gobernador lo llenó el expresidente del Senado, Eduardo Bhatia, quien el cuatrienio pasado creó la Comisión de Energía que regula a la Autoridad de Energía Eléctrica. Bhatia, además de dar una clase técnica sobre política energética, aprovechó para decirles a los congresistas algo que tenían que escuchar en estos momentos históricos: ni Puerto Rico ni los puertorriqueños somos propiedad de nadie.

Eso, quizás, se ha repetido muchas veces en Twitter, en Instagram y en Facebook. Pero no se había dicho para el récord legislativo en una vista en el Congreso, donde recae el poder sobre Puerto Rico. Las palabras son importantes, y el contexto y el lugar donde se dicen a veces aún más.

El orgullo millenial privó a Rosselló de una oportunidad dorada. Ojalá le llegue su momento “don’t push it”, y ojalá ocurra donde importa y no solo en tuits o posts.

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