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Declaremos nuestra Independencia

Lea la opinión del representante independentista Denis Márquez

El miércoles el país se detuvo momentáneamente. Las playas se llenaron en un tradicional día de fiesta que el Gobierno conmemoró tímidamente. No pasó de ahí, trascendió “sin pena ni gloria” para los puertorriqueños el día de mayor importancia en los Estados Unidos, al igual que en todos los países que dignamente han reclamado su libertad, el día en que se conmemora su declaración de independencia. Esa declaración que le expresó a su opresor y al mundo: “Por lo tanto, los Representantes de los Estados Unidos de América, convocados en Congreso General, apelando al Juez Supremo del mundo por la rectitud de nuestras intenciones, en nombre y por la autoridad del buen pueblo de estas Colonias, solemnemente hacemos público y declaramos: Que estas Colonias Unidas son, y deben serlo por derecho, Estados Libres e Independientes; que quedan libres de toda lealtad a la Corona Británica, y que toda vinculación política entre ellas y el Estado de la Gran Bretaña queda y debe quedar totalmente disuelta; y que, como Estados Libres o Independientes, tienen pleno poder para hacer la guerra, concertar la paz, concertar alianzas, establecer el comercio y efectuar los actos y providencias a que tienen derecho los Estados independientes”. (Extracto de la Declaración).

Esa misma declaración es la que ha servido de ejemplo e inspiración a decenas de países en el mundo en su proceso y proyecto de independencia. En Puerto Rico, no ha sido posible la consecución de nuestra independencia. Aquella nación del norte que vio con buenos ojos la independencia para sí misma, que declaró su derecho a ser libre e independiente, es la misma que nos ha condenado a uno de los crímenes más despreciables de la humanidad: el colonialismo. Hoy, a la altura del siglo XXI, la Junta de Control Fiscal manifiesta de cuerpo entero nuestro retrato colonial. Con sus acciones y mandatos como la imposición de la reforma laboral y el presupuesto, se evidencia burdamente el poder de la metrópolis sobre los puertorriqueños. Cada día vivimos la condición opresora de los Estados Unidos.

Ellos lo deciden todo, desde el futuro de las uniones obreras en el gobierno de Puerto Rico, la aprobación de leyes perjudiciales a nuestra gente, la derogación de derechos laborales, hasta la manipulación y control del Gobierno por conducto del presupuesto. Todo ello en el contexto de un Gobierno sometido, sin voluntad para hacerle frente genuinamente a la Junta y con la ceguera política que le impide comprender que el problema no se resuelve jurídicamente sino políticamente. Se necesita con urgencia un proceso de descolonización que realmente conduzca a Puerto Rico a la superación de nuestra subordinación política, como lo ha planteado el PIP, para que representantes de las fuerzas ideológicas reclamemos a Washington acción sobre el estatus y el repudio a la Junta de Control.

Los independentistas estaremos defendiendo, como siempre, el ideal libertario al igual que los independentistas del 1776 en la nación del norte. Es momento que los y las puertorriqueñas declaremos nuestra independencia. Solo con la independencia Puerto Rico podrá echar pa’lante, mandar en nuestra casa y unirnos al mundo.

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