La falta de consistencia y los zigzagueos políticos han marcado el devenir del Partido Popular Democrático (PPD) por los pasados años. Hoy se dice una cosa, mañana otra y se hace todo lo contrario.
Es como si reinara la desesperación de los líderes y estrategas de esa colectividad por encontrar una salida fácil que los ubique en el mapa de la discusión pública, cuando figuran como una fuerza política derrotada, sin proyecto, carentes de discurso e ideas y sin posibilidades de salvación.
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Ante la difícil situación que atraviesa el país, descifrar lo que opina el pepedé, si es que algo tienen que decir, se ha convertido en un juego de adivinanzas que se alimenta con un drama político lleno de enigmas.
Nadie pone en dudas que, tras la última derrota electoral de noviembre de 2016, ese partido enfrenta un enorme vacío de liderato, al que se añade las luchas intestinas por el control de la colectividad de cara a las próximas elecciones.
Entre el silencio perpetuo sobre asuntos de interés nacional y el “tira y jala” de sus líderes, se ubica el dilema de la indefinición en torno al futuro político de Puerto Rico. Ya no saben qué hacer con el difunto Estado Libre Asociado (ELA), tampoco han trazado una agenda de futuro que explique con claridad el norte de sus aspiraciones. Un día se aferran al colonialismo, otro día coquetean con la soberanía, mas nunca acaban de definir una ruta certera y clara para atender el problema colonial del país.
Hace un par de años, la Junta de Gobierno del pepedé aprobó un texto reafirmando su defensa al ELA como una fórmula política “democrática” y “no colonial”. Entonces, hicieron alardes de lo que ellos consideraban los “avances de progreso” que había tenido el país bajo esa fórmula de gobierno, aun cuando obviaron las limitaciones socioeconómicas y políticas que arrastra un régimen colonial y las ventajas que ese ordenamiento representaba para los grandes intereses económicos norteamericanos.
En ese momento se aferraron a la colonia y comenzaron a trazar una línea fronteriza en su estructura de dirección para forzar una especie de centralismo democrático. Es decir, nadie, absolutamente nadie, podría armar ni diseñar estrategias al margen de las determinaciones institucionales.
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En consecuencia, en marzo de 2017 el presidente del PPD, Héctor Ferrer, desautorizó a varios integrantes de su colectividad que divulgaron su apoyo a conformar una Alianza Soberanista como estrategia para participar en el plebiscito convocado para el mes de junio del mismo año.
Aunque aquel frente común por la soberanía no se concretó, resultado de la movida del partido de gobierno al incluir el ELA en la papeleta, lo que desalentó la participación del independentismo y otros sectores, lo cierto es que la intención de la dirección del pepedé fue advertir que nadie determinaría la estrategia política a seguir en ese partido, “tampoco la postura institucional”.
Detrás de esa posición había una defensa a ciegas del ELA colonial y un ataque directo a quienes proponían otras vías de acción delineadas desde posturas anticoloniales y soberanistas.
Ahora, en cambio, se revuelca el avispero nuevamente en el PPD con el anuncio del presidente de la colectividad de formar un frente común con el liderato del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) para denunciar en foros estadounidenses e internacionales la presencia de la Junta de Control Fiscal y la condición colonial de la isla.
Lo cierto es que tomó por sorpresa la postura del líder popular, quien hasta entonces se había mantenido firme en la defensa de un proyecto fracasado y colonialista como el ELA. Quedan estipulados los méritos de esa alianza circunstancial, y lo hábil de la estrategia del PIP, pero no deja de asombrar la inconsistencia del pepedé en materia de estatus, lo que despertó duras críticas de los sectores conservadores de ese partido, quienes ahora acusan a Ferrer de andar cocinando alianzas en cuartos oscuros y a espaldas de lo aprobado en su Junta de Gobierno.
Desde las gradas, no debe sorprender en nada el zigzagueo ideológico del PPD ni la inconsistencia de su liderato y sus posturas acomodaticias. De eso han vivido por las pasadas décadas, definiendo su devenir histórico con aires de demagogia y argucia. La pregunta es: ¿a quién quieren engañar?