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Temporada de huracanes

Lea la opinión de Dennise Pérez

En dos días, inicia la temporada de huracanes, de la que en realidad no creo que llegáramos a salir luego de que, supuestamente, terminara la anterior el 30 de noviembre.

Es que Irma y María, al no haber salido del todo de nuestro sistema cotidiano ni de nuestra memoria, como que nunca se fueron. Por eso, cuando escuchamos de Albert, el primer fenómeno atmosférico que se formó y que se dirigía a la Florida unos cuantos días antes del inicio de la temporada, muchos entramos en una especie de caos existencial.

A pesar de las advertencias gubernamentales y de la experiencia reciente, noto una especie de cansancio colectivo que no permite hacer mucho más con esta temporada. Siempre hay alguien que llega desprovisto, como yo a la anterior, que no tenía ni una batería conmigo, mucho menos comida de emergencia, o protocolos de emergencia ensayados en familia. Para qué, pensaba yo, porque por años, siempre que he estado preparada (bah, semipreparada) no pasaba nada.

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Hoy, gracias a Irma y María, esta temporada me llega con bastante preparación o, al menos, con muchísima más que las anteriores. Las tragedias de Irma y María fueron escuelas de preparación o, al menos, deberían serlo. Es un poco complicada la preparación para un apartamento de complejo residencial, donde reinan las normas de la administración y del consejo de titulares.

Ese es otro tema. Nunca he entendido cómo un consejo de titulares ­—entiéndase gente que es vecina y se ve afectada por las decisiones— toman decisiones tan antitropicales, como no permitir el uso de generadores eléctricos, por el ruido que causan. En una emergencia, yo no me preocupo por el ruido, sino porque mi familia tenga lo básico, que es agua y comida, y por qué no, para que el vecino también lo tenga. Porque, en las emergencias, somos todos buenos vecinos. Aunque cuando llegue la luz, no lo veas más.

Gracias a la experiencia del año pasado, la razón entró a algunas juntas vecinales, y permitieron el uso de  generadores con ciertas especificaciones (silenciosos y bien caros…) (Obvio, estaban hartos de ser del grupo de los “sin luz” pudiendo tenerla, aunque sea parcialmente). A los que les molestaba el ruido, de repente parecían tener tapones insertados en los oídos. Nadie se hacía cargo de no haberlos aprobado antes y se miraban como diciendo: “¿Yo? Yo nunca voté en contra”. Ok, búfalos mojados.

Bueno, gracias a la flexibilidad, cortesía de los vecinos, estoy armada de “luz”, pero también, gracias a la experiencia, estoy armada de otros devices y de estrategias para enfrentar lo que venga en 2018. Estoy lista para una semana. Y justo cuando me doy cuenta de eso, empiezan los expertos a sugerir que estemos listos para dos. Ok, deja ver qué hago.

Para lo que nadie está listo es para la histeria. La experiencia reciente —por traumática— aún tiene serios impactos individuales. Significa que, además de estar preparada, espero la misma cordura que los medios y los organismos oficiales me piden. Muchos medios de comunicación, como es sabido, superaron los retos económicos de una crisis real, con los anuncios y auspicios surgidos a raíz de la emergencia. De esos medios, esperamos sensatez a la hora de informar, que nuestro corazoncito no está listo para nuevos exabruptos ni para las falsas alarmas.

Ya no deberíamos tener titulares de última hora de que “se acabó el agua”, “arrasaron con la comida enlatada”,  o “se forman interminables filas en las gasolineras”.

El Gobierno tiene su responsabilidad, compartida a veces con algunas instituciones más indolentes que otras.  Los medios tienen su rol vital de informar responsablemente. Y las organizaciones sin fines de lucro, tan valientemente presentes, seguramente están más listas que nadie a base de la experiencia reciente.

Este es un llamado a la sensatez colectiva y a que todos ejerzamos nuestro rol de una manera correcta, sensible, en esta temporada, que se anticipa activa. Aún hay gente sin luz y sin agua, producto de la desgracia, aunque sean los menos. Aún hay gente que llora sus muertos. Aún hay gente a quienes la pasada temporada le arrebató literalmente su entorno más cercano, enviando familiares y amigos fuera de la isla.

Es momento de pensar en ser responsables. Y de volver a ser buenos vecinos. Estoy lista.

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