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¿Dónde está la tumba?

Lea la opinión de Mariliana Torres

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Los últimos tres años han sido los más sangrientos en México en términos de ejecuciones a periodistas. Conversando con un compañero periodista mexicano me indicó que, a raíz del aumento de casos y la inacción de las autoridades para promover su esclarecimiento han tenido que formarse coaliciones de familiares, parientes y los compañeros periodistas mexicanos en búsqueda de que no se engaveten las investigaciones de los crímenes. Existe una especie de cruzada para concienciar.

Netflix filmó un documental para concienciar sobre la crítica situación de seguridad en el país centroamericano. Pero no hay documental ni película que remedie el dolor. Es un pequeño alivio. Hay que denunciar las injusticias y los atropellos, pues la muerte de los periodistas ha sido por hacer su trabajo: indagar y descubrir verdades.

El trabajo de campo los ha llevado a la muerte, pero la investigación de los casos que estaban trabajando continúa en proceso. Nadie puede ocultar la verdad y han pagado con sus vidas. Estos terribles casos muestran la caótica situación social y política que esta sufriendo la clase periodística en México, y también dice mucho de la sociedad que se está gestando. 

De igual manera, otro de los problemas que afecta el periodismo mundialmente es la amenaza constante de los Gobiernos cuando se busca información. Es notable que, cuando se le pregunta a los implicados, evitan contestar. Sin embargo, una herramienta fundamental es el cultivo de fuentes de información fidedignas que producen documentos  valiosos para poder probar la investigación periodística. Gracias a las fuentes de información es que los periodistas mexicanos han podido descubrir las verdades. Un principio básico en periodismo es corroborar y contrastar información de manera que se sostenga la investigación llevada a cabo. Es durante la investigación y la contrastación de documentos cuando mas escollos se encuentran. No entregan los documentos públicos aduciendo confidencialidad.

Menciono el caso de México porque es el país de América Latina más peligroso para ejercer periodismo. Es la violencia y la impunidad lo que hace casi imposible la cobertura. Además, la continua amenaza de censura y violencia física a periodistas dificulta la labor de investigar casos de crimen organizado, drogas y corrupción gubernamental.

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Decenas de periodistas se han visto forzados a dejar su país para evitar que sus familias entren en desgracia. Nada más en 2017 asesinaron a once periodistas, y en lo que va de 2018, han silenciado a dos. Si reflexionamos sobre la labor de informar responsablemente, México es un buen ejemplo de la vocación a pesar del temor que se vive a diario de perder la vida. ¿Cuántos periodistas estarían dispuestos a dar su vida por su profesión? Pregunta difícil de contestar.

El caso de México es notable y preocupante, pero el llamamiento es a ejercer el periodismo en todos los lugares del mundo en un ambiente libre de ataduras, ataques, amenazas y con una visión pluralista. Esa debería ser la meta para poder lograr un periodismo independiente y seguro. Incluso, debería ser la meta también de los patronos dueños de medios sin excepción, cuya seguridad también se ha visto amenazada en ocasiones.

Cuando los periodistas se sienten sin ataduras y respaldados, trabajan más seguros. Pero que quede claro que nuestro trabajo no es sencillo ni mucho menos una alfombra de rosas. Así que los dispuestos a todo por su profesión seguramente quieren trabajar sin intimidaciones, acosos y secuestros o encarcelamientos.

Si se detiene la labor de la prensa, se detiene el derecho de los ciudadanos a estar informados.

¿Sabía usted que cada semana un periodista es amenazado de muerte o es asesinado en el cumplimiento de su deber de informar al público? Se conoce de los periodistas que están en medios internacionales, pero de los periodistas independientes no se sabe, ni siquiera, dónde está la tumba.

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