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Nos hemos acostumbrado

Lea la opinión de Mariliana Torres

Leí hace poco en las redes sociales la preocupación genuina de que nos acostumbremos a lo que está mal y permitamos más atropellos. El proceso de recuperación luego del huracán ha sido lento. Pero era de esperarse ante la situación económica del país. Ello parece ser una justificación y lo aceptamos como tal.

Luego vino FEMA y dejó a mucha gente sin la ayuda correspondiente. Nos han dicho que no cualificamos, que se acabaron los fondos y lo justificamos. No hay semáforos y ya nos acostumbramos a guiar como locos y promover el caos. Cuando guiamos en la autopista, llegamos con estrés al destino por la cantidad de hoyos que tuvimos que esquivar. Los escaparates en el supermercado no satisfacen nuestras necesidades. Comer mal ya es costumbre. Se va la energía eléctrica y caemos en estrés postraumático, prendemos la planta, y si no, buscamos las lámparas mágicas que adquirimos en las megatiendas a precios astronómicos. Se otorgan contratos de reparación de dudosa reputación y lo aceptamos. Que han pegado con goma de mascar las conexiones eléctricas y lo aceptamos. Se cocina un nuevo impuesto a los celulares y lo sabremos cuando se sume en el balance de la factura. La gasolina se dispara y no queda de otra que aceptarlo. Esta es nuestra nueva realidad.

El que no perdió su empleo ha gastado lo que no tiene en reparaciones y, a solo días de iniciar la temporada de huracanes, no estamos listos para recibir un nuevo embate. Me horroriza tener que pasar por un huracán catastrófico nuevamente. Puerto Rico se quedaría desnudo en todos los sentidos. ¿Cómo es posible que un país se pueda recuperar si quitamos derechos a los trabajadores? Sin la mano trabajadora e industrias inversoras no se puede echar hacia adelante. Mucho menos los pequeños comerciantes cuya supervivencia es increíble. No hay que ser experto en economía para respetar un principio básico: sin trabajo y sin trabajadores ninguna economía se sostiene.

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¿Qué podemos hacer los periodistas? Educar, fiscalizar, denunciar lo que está mal, publicar lo que se hizo bien, darles seguimiento a las historias con un compromiso inquebrantable y buscar la verdad. No podemos ser parte del problema. Miles de personas están aún viviendo con necesidades que el Gobierno pudiera resolver en lugar de otorgar contratos millonarios a personas incompetentes. Es necesario que el trabajo periodístico sea impecable para lograr resultados en favor de los ciudadanos que reclaman a viva voz calidad de vida.

Esta semana, nuevamente, los periodistas fueron al tribunal para exigir documentos porque no hay transparencia y se les niegan documentos públicos. Al Gobierno parece valerle poco el derecho fundamental a la información que tienen los ciudadanos. Cómo es posible que todavía a ocho meses del huracán se oculte la cantidad oficial de fallecidos a causa de la catástrofe. Ello es un manipulación de información y de estadísticas oficiales. Los medios de comunicación tienen el poder para utilizar su herramienta de difusión mundial para llamar la atención de los problemas apremiantes.

No puede ser que llegue otro huracán y estemos desnudos y, para colmo, golpeados por las malas decisiones gubernamentales. Ya en la Casa Blanca nos han tirado la puerta en la cara decenas de veces. El presidente actual también nos tira con papel desechable. ¿Qué más necesitamos para darnos cuenta de que estamos en una frágil situación? Antes de llegar María, los medios de comunicación informaron, como de costumbre, pues, obviamente, no sabían cuán catastrófico sería el fenómeno. Muchos consideraron exageradas y groseras la advertencia del secretario del Departamento de Seguridad Pública, Héctor Pesquera de que si las personas no salían de las zonas inundables, se iban a morir. Bueno, es cierto que, aunque sea verdad, se puede decir de otra manera, pero no fue exagerado.

Ahora, tras la experiencia, debemos procurar educar mejor y que los llamamientos sean responsables y no histéricos. Decir lo que hay que decir. Advertir con hechos y asegurar a nuestra familia. Enfocarnos en darles seguimiento a las historias y no conformarnos con información gubernamental a medias. No podemos conformarnos.

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