La Junta de Control Fiscal tiene una obsesión ideológica con una ley laboral de 1976 que regula a la empresa privada. Y esa obsesión —esa fijación constante— le permitió al gobernador Ricardo Rosselló salir triunfante, preliminarmente, de un acuerdo con la Junta.
A cambio de que la Junta dejara quietos el bono de Navidad y los días de vacaciones, el Gobernador se comprometió a eliminar la Ley 80 que gobierna los despidos injustificados en la empresa privada. Ese trueque es un palo que da el gobernador. Ahora puede decir, como en efecto dijo, que la negociación con la Junta muestra que él está enfocado en proteger “a nuestra población más vulnerable”.
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En pocas palabras, Rosselló tuvo que ceder muy poco para obtener algo grande, visible y que afecta a todos los puertorriqueños que trabajan, sea en la empresa privada o en el Gobierno.
Pero… siempre hay un pero. Y el “pero” mayor en lo que va de cuatrienio tiene nombre y apellido: Thomas Rivera Schatz.
A tan solo horas de que el gobernador pudiera congratularse a sí mismo tras varias reuniones con la Junta en Fortaleza y Nueva York, el presidente del Senado aseguró que ningún senador del Partido Nuevo Progresista (PNP) presentará medidas que deroguen la Ley 80 y que duda que suceda en la Cámara. O sea, para acá no miren que no va.
Y si el gobernador o la Junta pensaban que lo iban a ablandar con promesas de aumentar el presupuesto de la Legislatura, la respuesta de Rivera Schatz fue contundente: “La dignidad no es negociable o transferible. La Junta tiene que respetar a nuestro pueblo o enfrentarlo”.
La postura de Rivera Schatz es difícil para la Junta, pero terrible para Rosselló.
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El gobernador puede darse el lujo de tener de villano a la Junta. Después de todo, es un ente federal compuesto mayormente por personas que no viven en Puerto Rico. No fueron electos democráticamente. Quieren reducir pensiones. Querían cortar la jornada laboral de los empleados públicos. Cuando se pelea contra la Junta no se gasta capital político. Al contrario, uno puede ganar adeptos en el populismo nuestro de cada día. Son el villano perfecto.
Pero Rivera Schatz es un villano más complejo, y Rosselló lo sabe bien. Ha asumido posturas simpáticas a favor de los trabajadores, de los menores, y ha denunciado la corrupción. La diatriba retórica con él no puede ser abierta. La retórica de bando y bando requerirá un tono enmarcado en el “respeto mutuo” de “hermanos en el ideal estadista” en reconocimiento de que cada cual “busca lo mejor para Puerto Rico”. Son malabarismos y acrobacias lingüísticas que no hacen falta cuando se les tira a los muchachos malos y antidemocráticos de la Junta.
La política es el arte de lo posible. Y el gobernador supo explotar la obsesión ideológica de la Junta con una ley laboral de hace 42 años para asegurar que permanezcan inalterados el bono de Navidad y un mínimo de días de vacaciones.
Pero… ahora falta lidiar con el “pero” mayor.