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El periodista

Lea la opinión de Mariliana Torres

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¿Qué es ser periodista? El premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez defendía su profesión. Consideraba que ser periodista es el mejor oficio del mundo. Completamente de acuerdo, y creo que lo es desde que comienzas a educarte en todas las materias.

Quizá es una de las profesiones más incomprendidas. Ser periodista es promover la formación académica para poder trabajar día a día y sobrevivir en este mundo donde se tienen más enemigos que amigos. Los periodistas estamos acostumbrados a que nos insulten, nos escupan, nos suelten epítetos que dicen mucho de la educación de quien los grita, nos respiren en el cuello de manera amenazante y coloquen en entredicho la formación intelectual. Hay personas que dicen ser periodistas y no lo son, como también hay gente que se identifican como abogados y no han pasado la reválida. Hay periodistas que necesitan continuar con la formación académica y hay periodistas a quienes la propia vida y las experiencias los han formado, y ello es muy válido. Ocurre como en todas las profesiones, en las que hay personas que no siguen la formación o, por más títulos, no tienen lo más importante que le imprime respeto a la profesión: la ética. El caso es que todos aquellos que nos insultan son los que se encuentran de repente contra la pared ante el descubrimiento de verdades.

Al ladrón, el corrupto, el aniquilador, el criminal y otros que delinquen no les gusta que se sepa qué tramaron, cómo lo hicieron y qué persiguen. En fin, que somos los más odiados. Me refiero al verdadero periodista, a ese que hace buenas preguntas, que investiga y contrasta información. Al convivir en una nueva era tecnológica, la profesión se expone a más ataques. Cualquiera pretende aniquilar reputaciones por las redes sociales o por lo menos lo intenta, sin conocer las leyes federales y estatales que protegen la libertad de prensa. En ocasiones, se amparan en dicha expresión para exponer planteamientos y para protegerse cuando se les pregunta. Ya lo he comentado en otras columnas, que el periodismo no es totalmente objetivo, por lo cual un periodista educado puede opinar y discrepar del entrevistado, pero siempre con respeto. Hay que cuestionar y no tener miedo a hacerlo. Solo así se aprende a tener malicia periodística. Quizá por todo lo antes mencionado es que nos convertimos en los más odiados. En esta coyuntura que vive Puerto Rico, cuando los ánimos políticos, sociales y económicos están en su peor o mejor momento —depende cómo se observen— el desempeño del periodista que fiscaliza y busca la verdad es indispensable. Por un momento, analice. Si no fuera por las investigaciones que llevan a cabo los periodistas usted no se enteraría cómo los Gobiernos y gobernantes oprimen, manipulan y les roban el dinero a los trabajadores. Todos los días, diversas personas recurren a los periodistas para resolver sus problemas, pero, sobre todo, para mover a las autoridades a que se sientan en los casos. Los periodistas no dejan de ser ciudadanos, de manera que resultan igual de afectados por las malas decisiones que se toman, o beneficiados por las medidas aprobadas. Pagan contribuciones igual que todos y se quedan sin empleo como muchas personas que han tenido que irse del país. También son padres y madres de familia. Para ser periodista hay que tener la piel dura, paciencia, inteligencia, malicia, sensibilidad y siempre mantener la ética en la búsqueda de la verdad, duela a quien le duela. Cuando se defienden esos principios, garantizamos la libertad de prensa al ciudadano, que tiene el derecho de conocer la verdad y hacia dónde se dirige el dinero que le quitan al pueblo. Ser periodista es contar la verdad con evidencia, y no tener miedo ante las amenazas. Cuando ello se logra, el periodista se convierte en el estimulante del cambio social.

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