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No es xenofobia

Acusar de xenofóbicos a quienes resientan que vengan de afuera a manejar los problemas de un país pobre, con salarios a lo Dubai, es absurdo

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“Este barrio está muy atrasado. Tenemos que renovarlo. Urge traer cosas nuevas”. Así le decía Mr. Johny Rosas, el maestro que llevó Mr. Juan Gymns, al barrio La Cuchilla, para poner al día la escuelita de Peyo Mercé. Esto es parte del cuento de Abelardo Díaz Alfaro publicado en los años cuarenta y que describe “lo ocurrido” en un barrio puertorriqueño a principio de los años 20 del siglo pasado. Hace casi 100 años. Hoy todavía Santa Cló está intentando entrar a La Cuchilla, pero la resistencia es menor.

De entrada advierto que no es xenofobia, como intenta decirse desde la oficialidad con el coro de sus seguidores pagados y no pagados. Tampoco se trata de no reclutar al mejor talento disponible. Se trata de que una sociedad tenga las habilidades de atender sus necesidades sin divorciarse de sus realidades sociales, económicas y culturales. Cada vez es mayor el grupo de personas, ajenas a esas circunstancias, que está tomando control de las oficinas públicas, llamadas a atender nuestros problemas inmediatos. Claro, en esto incide una realidad de subordinación política de 120 años en la que las decisiones más fundamentales se toman desde una metrópoli en la cual no tenemos participación alguna.

Julia Keleher, Brad Dean, Laura Taylor Swain, Todd Filsinger y ahora Walter Higgins -the new kid in the block- son parte del creciente grupo. Ellos dirigen nuestro sistema educativo, nuestra agenda turística, la repartición de los fondos públicos y el manejo de nuestro sistema eléctrico. En ese orden. Todos ganando sueldos inimaginables para cualquier trabajador puertorriqueño, incluso para la mayoría de los CEO\’s del patio.

Mientras esto ocurre, al ciudadano de a pie se le recortan beneficios laborales en aras de que las operaciones de las industrias aquí sigan siendo viables. Se nos presentan los talentos importados “de calidad mundial” como solución a los problemas locales mientras al universitario nacional que pudiera estar aspirando a aportar al país se le encarece el costo para estudiar.

Aunque el Gobierno diga lo contrario, lo que se anuncia y lo que se ve no fomenta la esperanza que se necesita para que los que aun apostamos a echar pa’ lante y quedarnos en el terruño, nos quedemos.

Puerto Rico necesita un balde de esperanza o una ola de indignación. De ambas cosas carecemos en este momento. Dice el cuento de Abelardo que Peyo no sintió resentimiento cuando le trajeron a Mr. Rosas para que fuera “a enseñar lo último” porque la escuelita estaba cuarenta años atrasada. Fue la resistencia natural la que llevó al fracaso el plan de Mr. Gymns en aquel barrio.   Casi 100 años después de lo que pasó en La Cuchilla, la resistencia se dramatiza en los aviones que diariamente suben el censo de la diáspora.

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Acusar de xenofóbicos a quienes resientan que vengan de afuera a manejar los problemas de un país pobre, con salarios a lo Dubai, es absurdo. Decir que no se trata de importados porque son “hermanos conciudadanos” los que vienen, es peor. El país anda desorientado y más grave aun, el gobierno luce sin control.

El lunes, veremos como la Junta Fiscal Federal, ordenará los próximos pasos a seguir. A ver si como Peyo seguimos sin resentimiento y si el barrio despierta como aquella vez.

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