Desde ya pueden enfilar sus cañones y acusarme de lo que quieran. Pero nunca podrá alguien acusarme de elitista, clasista o machista. De jíbara y parcelera, con gusto, sí.
“Para los del campo y para los de las parcelas, ese término es un insulto porque es diminutivo y peyorativo express de la extracción de un ser humano, por más que se adorne. Es la caracterización de un loco sin razón, de una loca que se jala los pelos porque no tiene materia gris. Está convencido de que Keleher es eso. Y en el proceso le mete un puñal a quienes proceden de ahí”.
No quiero entrar en batallas personales, porque esta no lo es. Pero tampoco quiero desaprovechar este momento, quedarme callada y en cierto modo ser cómplice de un ataque mal llevado, traído de la peor forma.
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Ser un laureado escritor trae consigo una responsabilidad inmensa. Y si bien es cierto que escribir opiniones es de valientes, porque se gana y se pierde según se piensa, también lo es que la tinta no debe ser utilizada para perpetuar estigmas. Los estigmas promueven la intolerancia y el odio. Y estamos finitos como sociedad para eso.
Si usted o cualquiera está ofendido con la manera de ser de la secretaria de Educación, Julia Keleher, derecho tiene. Pienso que la secretaria ha fallado en explicar sus propósitos en ocasiones y que se ha dejado llevar por la sangre feroz que le corre por las venas. Cuestión de personalidad. Pero cuando se es figura pública y paga con fondos del pueblo, se justifica el monitoreo, la pregunta, la repregunta, el halón de orejas, el llamado a la prudencia y muchas otras exigencias que la prensa- en representación del pueblo- exige.
Creo que la secretaria de Educación lo sabe. Y que por más que se defienda en público, reconoce en la intimidad de su existencia que tiene issues que resolver con su manera de ser “al aire”. Personalmente lo creo.
Pero desde hace un tiempo veo que su personalidad ha dado excusas a muchos a sacar del baúl los prejuicios, los odios y sus preferencias ideológicas. Hace unos días planteé en las redes que si los detractores de la secretaria querían que sus quejas fueran evaluadas en lo sustantivo tenían que vencer la tentación de gritar cosas como “Julia, Go Home”. Eso es el equivalente al “Yankee, Go Home”. Retrata una razón única para querer su partida, que es su origen. Y cuando esa puerta se abre, el discrimen ideológico queda retratado. Error estratégico.
“Hay tanta tinta cargada de prejuicio… Ganan premios. Le creen”.
Esa era la crítica que yo más señalaba hasta hoy. Pero para mi sorpresa, un escritor al que desde hace tiempo sigo y admiro porque se ha tirado homeruns enormes, hoy se ponchó. Derecho a expresarse lo tiene, claro. Y yo derecho a diferir. El caballero –a quien no tengo el placer de conocer personalmente– lleva meses en observación. Hace meses llamó casi idiotas a los populares que participaron de una concentración del Partido Popular Democrático en Morovis. Casi les llama zombies, protagonistas de The Walking Dead, objeto de procesos de lobotomía. Gente que solo celebraba la Constitución que rige nuestra Isla.
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Pero cuando le dio con bajar del “monte” y paró en Bayamón, sólo pudo observar la cantidad de jóvenes que entraban a una pizzería, llamarles despectivamente “obesos” y compararlos con esa mentalidad que tienen los populares que creen en el ELA. Ese día me estuvo extraño.
Ha usado el término de “jíbaros” como una cosa terrible, pecado original del boricua pobre. Y del marginado. Y hoy le dio con el “parcelero”. Su definición sociológica del término es algo correcta aunque incompleta por no considerar otras realidades. Para los del campo y para los de las parcelas, ese término es un insulto porque es diminutivo y peyorativo express de la extracción de un ser humano, por más que se adorne. Es la caracterización de un loco sin razón, de una loca que se jala los pelos porque no tiene materia gris. Está convencido de que Keleher es eso. Y en el proceso le mete un puñal a quienes proceden de ahí.
Tanto funcionario que en la historia ha fallado… y mira que poner la mira telescópica sobre la Secretaria no está mal. Es el cómo se refiere a ella. Están todos los prejuicios espetados en un solo sitio.
Hay tanta tinta cargada de prejuicio… Ganan premios. Le creen.