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Periodismo musical

Lea la opinión de Mariliana Torres

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Escribiendo esta columna estoy escuchando, a mi juicio, el mejor cantante de rock del mundo: Freddy Mercury. Cada cual tiene sus gustos, pero mi paladar musical por Mercury reconoce su talento indiscutible en la composición, arreglos musicales y grandeza vocal, elementos copiados posteriormente por otros. Su vida privada fue su vida privada, y no la discuto porque no viene al caso. Usted se preguntará qué tienen que ver las canciones del grupo Queen, al cual Mercury pertenecía, con el periodismo. Pues mucho. La emoción que me ocasiona escuchar su repertorio es la misma que siento por mi profesión. El periodismo, al igual que la música, es emoción. Por eso, cuando leo artículos escritos por periodistas que, evidentemente, no sienten emoción por la cultura musical, me confunden. Textos insípidos y cuadrados. Más sosos que una sopa sin sal.

El escrito musical de crítica periodística debe ir acompañado de emoción y conocimiento. El periodismo musical es una disciplina que se cultiva. Es fascinante leer artículos de periodistas que también son músicos o estudiosos de la música porque en sus letras retratan el verdadero significado de los sentimientos. Es decir, son creaciones surgidas de las emociones puras y del respeto por la cultura musical. Y si no entendiesen ni papa de la música, cuán fascinante es aprender del experto que se entrevista. Abogo por un periodismo musical de contenido para poder educar. El periodismo musical no puede ser objetivo ni tampoco debe inclinarse a ello. El que escribe debe tener conocimiento, y de la crítica informada se perfecciona el artista. Si el periodista puede escribir una crítica auténtica y sólida basada en criterios con conocimiento, el entrevistado y el entrevistador ganarán respeto. Fíjese que los grandes artistas.

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Encomiendan sus biografías a periodistas que han cultivado por décadas el conocimiento, las letras, y con credibilidad sostenida. Espero que algún artista o estudioso de la música lea esta columna porque, seguramente, sabrá de lo que estoy hablando y podría opinar.

La mayoría de las herramientas del periodismo musical vienen del modelo británico. Es un escrito riguroso, educado y profundo. Imagínese que tiene la capacidad con su crítica de desaparecer a un grupo musical o sostenerlo a lo largo de toda su carrera. Siempre se ha señalado que las críticas de la prensa británica eran muy selectivas y, por ello, nacieron subculturas musicales que buscaron el espacio en los periódicos. Freddie Mercury no buscaba la prensa porque la detestaba. Odiaba contestar preguntas de periodistas que se empeñaban en escribir sobre su vida privada. Solo quería componer y hacerse famoso en el escenario. Quería que aprendieran a apreciar la buena música. El excéntrico artista nacido en Tanzania y criado en Londres, con talento innato, logró lo que anhelaba: ser considerado una leyenda. Curiosamente, cantaba rock, pero su género musical preferido era la ópera. Por eso, cuando la soprano y diva española Monserrat Caballe lo invitó a colaborar en el disco emblemático Barcelona, sintió profunda emoción por la distinción de quien consideraba su artista favorita. La canción “Barcelona”, escrita por Mercury, fue seleccionada como himno de las Olimpiadas de 1992. La prensa musical española y la británica solo tuvieron críticas de elogio hacia el tema. Mercury murió en 1991.

Cada músico y cada letra musical tienen su origen e historia. De eso se trata, de describir y hablar de la cultura para cultivar la apreciación musical. Cuando leo críticas notables, como, por ejemplo, del Festival Casals o de grupos en surgimiento en las que se desmiembran las notas y se explica con detalle la emoción, es música para mis oídos.

A mis estudiantes les pongo música en los talleres para que se emocionen y aprendan a escribir con ese ruido precioso que hace a los periodistas más humanos. Ayuda hasta para escribir del desabrido político, cuya única meta es engordar su bolsillo y no el corazón.

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