En las últimas semanas, gran parte de la opinión pública se ha centrado en la búsqueda de la etiqueta correcta: que si epidemia, que si brote, que si crisis. Y la búsqueda se entiende. Después de todo, las etiquetas, en ocasiones, nos ayudan a comprender el nivel de los problemas a los que nos enfrentamos.
Buscamos una para entender lo que pasó con las muertes relacionadas con el paso de María. También hemos buscado una para la alta tasa de contagios con influenza. Y en ambos casos, más allá de la insistencia oficial en negar la existencia de un problema, parece obvio que algo no anda bien.
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Pero mientras la discusión sobre estos asuntos continúa, otra crisis toma forma ante la aparente indiferencia de ciudadanos y autoridades: los suicidios y, su causa de fondo, el desatendido problema de la salud mental en la isla. Y el problema, señores, es real.
La pasada semana presenté en Noticentro el informe especial “Atrapados por la angustia” y, mientras lo preparaba, no pude evitar alarmarme.
Para comenzar, instituciones como San Juan Capestrano reportaron un incremento de un 15 % en hospitalizaciones, pero no de cualquier tipo. Se trata de personas que enfrentaron alguna situación traumática como consecuencia del paso del huracán María. Pérdidas que les llevaron a una situación límite, e incluso, a considerar el suicidio. Al mirar los datos de la línea PAS para prevención de suicidio, la conclusión no puede ser otra que la alarma. Preste atención a los números y al patrón que presentan.
En septiembre, en momentos en que hubo problemas de acceso a teléfonos tras el paso de María, la Línea PAS reportó 4,473 llamadas, de las cuales 611 exhibían comportamiento suicida. En octubre, justo después del huracán, se reportaron 3,975 llamadas, de las cuales 792 corresponden a personas con ideaciones suicidas. En noviembre, la cosa empeoró. La línea recibió 9,183 llamadas, y de esas, 3,969 correspondieron a personas que consideraron acabar con su vida. En diciembre, fueron 4,178, del total de 13,476 llamadas recibidas. Y en enero, un verdadero caos. La línea de ayuda recibió 16,250 llamadas, de las cuales 4,486 fueron realizadas por personas que consideraban la idea del suicidio. No sé a usted, pero a mí —en ese afán de buscar etiquetas— esos números me parecen una verdadera tragedia.
El hecho de que, mes tras mes, esas personas se comunicaran a esa línea con la intención de acabar con sus vidas es un capítulo triste para el país. Ver esas cifras no provoca sino pensar en cuántas personas con esos mismos sentimientos no han llamado. Verdaderamente sobrecogedor. Y que piensen en esa idea como consecuencia de los estragos que el huracán ha causado sobre sus vidas, o el sentimiento de indefensión que la respuesta oficial les provoca, debe ser razón suficiente para provocar una verdadera alerta y, con ello, una respuesta en proporción. Pero bien lo dice aquello de que, para atender un problema, es preciso reconocer que existe. A ver cuándo damos ese paso.