La falta de luz para más de 400 mil clientes de la Autoridad de Energía Eléctrica (es decir, un promedio de 1.6 millones de ciudadanos impactados) a poco menos de cinco meses de los huracanes que nos azotaron es inaceptable. Peor aún, resulta imperdonable que desde la dirección de la Autoridad de Energía Eléctrica actúen tan desorientados sobre la operación diaria de recuperación y la llegada de los materiales necesarios. Doblemente terrible es ver como el Gobierno central se ha desentendido del tema como si ya la Autoridad no fuera su problema tras anunciar el inicio de la privatización.
Titulo la columna con el nombre de un pueblo porque, a mi juicio, es el municipio que mejor representa la ineficiencia en la respuesta del Estado ante unas comunidades realmente impactadas por la catástrofe. Ayer el alcalde Rafael Zurillo, quien semanalmente clama por ayuda, me decía que allí se han registrado 20 entierros más de los realizados el año pasado a la fecha. Es decir, ¡la gente se está muriendo! La gente allí está deprimida y los enfermos están viendo sus condiciones deteriorarse aceleradamente ante las circunstancias en las que se ven obligados a vivir. Ante esta situación dijo el director ejecutivo interino de la AEE que en o antes del 11 de febrero se tiraría un cable necesario para energizar al municipio, pero que ello no implica inmediatamente la luz, y que esa respuesta no la podía dar. Tampoco pudo precisar si los materiales que se necesitan llegaron en los barcos que atracaron hace casi una semana. ¡Increíble!
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Esta crisis no ha acabado para muchos puertorriqueños y necesita respuesta urgente. El Gobierno central no se puede desentender del problema habiendo anunciado ya la privatización. La venta de los activos de la AEE es un proceso que tomará, probablemente, más del año y medio que proyecta el gobernador. Es decir, que con suerte estamos hablando de una transacción que pudiera finiquitarse a finales de 2019. Mientras tanto, la AEE sigue siendo una corporación PÚBLICA y el Estado tiene que mantener su control y resolver su ineficiencia inmediata.
No nos podemos entretener con debates (como el de la libertad religiosa) que, aunque importantes, son livianos si consideramos que la gente se muere en otros rincones borincanos por la falta de un servicio esencial. Tampoco se puede entretener la clase política en guerras internas (como la nueva pelea de Thomas con Rosselló por el control de la CEE), que no están resolviendo los problemas de la gente. Menos podemos darnos el lujo de observar el juego de la política washintoniana presumiendo que allá el tema importa.
El anuncio de FEMA de acabar la entrega de agua y alimentos tampoco debe suponer que hay otras tantas necesidades que requieren atención. Si bien es cierto que FEMA puede tener razón en suspender esos suministros, hay casas que reparar, familias que reubicar y muchos seres humanos con necesidades.
El problema es nuestro, y tenemos que resolverlo. Yabucoa, como símbolo de los desatendidos, así lo requiere.