A pocos días para la Navidad y tras más de 100 del paso de dos huracanes, está más que claro que pasamos por un momento difícil. Sí. La devastación sufrida es histórica. Sí, tomará años llevar a la isla a niveles similares a los que tenía antes de la debacle. Sí, las pérdidas económicas son cuantiosas. Todo lo anterior es cierto. También que, en medio de todo lo anterior, la reforma contributiva de los Estados Unidos amenaza con hundir aún más (sí, es posible) nuestra maltrecha economía.
Pero saberlo y recordarlo no es suficiente. Los ciudadanos y las comunidades han hecho su parte. También las organizaciones sin fines de lucro. Cada una, desde su esquina, ha aportado a la restauración de cada esquina del país con esfuerzos bien articulados y convocatorias efectivas.
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Pero ahora le toca el turno al Gobierno. No solo de articular un proceso de recuperación ágil y eficiente, sino también de dar forma a un proyecto de desarrollo económico que despeje la sombra de incertidumbre que se pinta al final del horizonte. No podemos olvidar el pasado, y en total justeza, es preciso reconocer que la falta de un plan de desarrollo económico coherente que nos permita enfrentar con éxito la desaparición de los beneficios contributivos de los que gozan las empresas estadounidenses establecidas en la isla no es culpa de la actual administración. Está claro que nuestra clase política nos ha fallado por los pasados 40 años al probarse incapaz de reaccionar o, lo que es aún más importante, de preparar al país para los retos del futuro. El futuro llegó y, como siempre, no estamos preparados.
No lo estuvimos cuando terminó el modelo de las 936, que se fue sin que el Gobierno hubiera dado forma a un proyecto económico que las sustituyera. Y volvemos a darnos con la misma piedra. Sin las exenciones a las compañías estadounidenses en la isla, el país queda al desnudo; sin un plan alterno.
Por ello, el Gobierno actual se enfrenta a un reto monumental. Acabados los ruegos y los lamentos ante la capital federal, ¿ahora qué? ¿Está el gabinete económico preparando un nuevo modelo económico con los factores que podemos controlar localmente? ¿Cuándo estará listo? Si bien es cierto que el issue del estatus es fundamental a la hora de hablar de desarrollo económico, también es cierto que los problemas que se nos caen encima son inmediatos y que una solución al issue de nuestra relación política —la que sea— tardará en tomar forma. Así que, ¿cuál es el plan para enfrentar el golpe que se avecina? La respuesta no puede ser aferrarnos a Moscoso y su “Manos a la obra” en pleno siglo XXI. Es preciso dar forma a ese plan económico de inmediato. Y el reto no solo alcanza al poder oficial. Las minorías políticas tienen la responsabilidad de poner sobre la mesa propuestas que acompañen la crítica, en ocasiones vacía y oportunista. No es suficiente la oposición por la oposición misma.
¿Tiente alguien las respuestas? El cuarto se nos llena de agua y no vemos esperanza a la vista.