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Puerto Rico como norte

Lea la opinión del secretario de la Gobernación

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En el ocaso de la colonia, tras el rechazo de nuestro pueblo a nuestra condición política, se pueden identificar tanto a quienes han propuesto avanzar a la meta a toda prisa y de forma desordenada como a las figuras que siempre aprovechan cualquier contradicción aparente para intentar mantenernos en el limbo del mal llamado Estado Libre Asociado. Si bien es cierto que la realidad económica de la Isla durante los pasados años fiscales dejaban entrever que solo la igualdad de condiciones en todos los renglones nos permitiría salir adelante como parte integral de Estados Unidos, eventos recientes demuestran que el trato equitativo y justo en comparación con otras jurisdicciones es también una alternativa razonable para recuperar nuestro sitial económico y avanzar al político que nos corresponde, garantizando a su vez los derechos ciudadanos de quienes residen en nuestro archipiélago. Siempre se ha dicho que lo que sucede en Estados Unidos continentales afecta de manera particular nuestro terruño. Nunca olvido la frase acuñada por muchos cuando nos advertían que un catarro de la metrópoli se sentía o convertía en una pulmonía en la isla.

No obstante, a pesar de que ello es consecuencia de la inequidad, no fue hasta esta segunda década del nuevo siglo en que comenzamos a exigir un cambio en nuestra situación colonial. Así mismo sucede con las determinaciones o vaivenes de las estructuras políticas en la Capital Federal. Los esfuerzos de quienes gozan de representación y poder político o electoral crean, de tiempo en tiempo, una serie de controversias o establecen prioridades cuya discusión o conversión a proyectos legislativos y reglamentación, tienen un efecto adverso para quienes residimos en esta jurisdicción. Como ciudadanos de segunda clase y solo como consecuencia de nuestra localización geográfica, estuvimos mucho tiempo fuera de la discusión de asuntos de vital importancia. Cuando fuimos incluidos, siempre tomaba mayor notoriedad nuestra desafortunada realidad.

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Durante la pasada semana ha estado en discusión la posible inclusión de un particular lenguaje sobre Puerto Rico dentro de la Reforma Contributiva propuesta por la Rama Ejecutiva. Las personas naturales y jurídicas de la isla se han unido una vez más para promover que el contenido de dicha legislación considere nuestra situación actual tras el paso de los huracanes Irma y María. Industriales, empresarios, alcaldes, legisladores y miembros del equipo del honorable Ricardo Rosselló Nevares, se han insertado en la búsqueda de paridad en eventos catastróficos o situaciones de emergencia y de importantes consideraciones en términos contributivos. Lo propio buscan nuestras oficinas en Washington, D.C. y nuestra Comisionada Residente.

Cuando escucho (o leo) cómo diferentes sectores de nuestra comunidad perciben el trabajo que se está realizando para mantener nuestra economía a flote, recuerdo la siguiente reflexión de Felipe González, expresidente del Gobierno Español: “la condición de potencia global conduce a políticas de brocha gorda y los que no tenemos esa condición podemos afinar con el pincel” añadiendo que “el trato con la potencia global es más razonable cuando los que no lo son tienen claras sus prioridades y analizan las convergencias y complementariedades, así como las contradicciones, con aquella”. Los esfuerzos para alcanzar nuestras metas se fundamentan en la prístina intención de nuestro Plan para Puerto Rico: promover el bienestar de cada residente de la Isla. Ello, por medio de un modelo de desarrollo socioeconómico que requiere una reingeniería de gobierno y una restructuración de nuestras fuentes de trabajo, inversión en la economía local con una visión internacional y una renovada oferta de bienes y servicios.

El trato que reciba Puerto Rico en la Reforma Contributiva Federal es crucial para nuestro futuro. Podemos pensar de manera distinta en cómo debe leer la versión final de tan importante pieza legislativa, pero nos corresponde a todos participar de su discusión. Contamos con la ventaja de conocer con claridad cuál es nuestro norte y aunque, permitiéndome tomar una expresión del doctor Barbosa, queramos llegar a él por diferentes caminos, lo importante es que el fin ulterior sea el bien de la Patria. Continuemos adelante, pues, afinando “con el pincel” aquellas políticas de “brocha gorda” que en el pasado hemos permitido imponer sobre nosotros. La mejor representación es la activa participación en los procesos y, con ella, la demostración de que nuestra mayor aspiración es aportar a la Nación a la que hoy pertenecemos, que también está en sus mejores intereses unirnos y formar parte.

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