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El huracán Whitefish y las sabandijas

Después de los desastres salen los animales y plagas indeseables. Es momento de que el pueblo las identifique y las saque. Lee la columna de Jerohim Ortiz Menchaca

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Esta semana nos azotó otro huracán. Si existiera la categoría 6 en la escala de Saffir-Simpson este de seguro caería en ella. Cómo fue fraguado en Estados Unidos tiene nombre anglosajón: Whitefish. Su ojo tocó tierra en Puerto Rico temprano el lunes y llegó a Estados Unidos más tarde en la semana. Estremeció los cimientos de la Casa Blanca de Donald Trump y La Fortaleza de Ricardo Rosselló. Y es que el contrato otorgado a la compañía estadounidense ha cobrado notoriedad internacional, no solo por la suma exorbitante de 300 millones, sino por los hilos torcidos que atan a ambas administraciones a lo que podría ser el escándalo de corrupción más relevante para ambos países desde hace, por lo menos, 20 años. All igual que María, Whitefish le llenó el cuarto de agua a más de uno durante la semana. Resulta inverosímil por la idiotez desplegada que hayan otorgado un acuerdo de esa magnitud a una compañía insignificante e inexperimentada de un pueblito tan pequeño como Cataño; que se le este pagando entre $227-462 la hora a los subcontratistas que hacen el mismo trabajo que los celadores de la UTIER realizan en promedio por menos de $30 la hora; que se haya intentado colar una cláusula inoficiosa estipulando que ninguna agencia estatal o federal podrá revisar ni auditar el contrato y que pretendiesen hacernos creer que esa compañía fue la única disponible para hacer el trabajo cuando la Asociación de Empleados de las Compañías Eléctricas Publicas Americanas se habían ofrecido así como los gobiernos de México y Cuba a traer brigadas para ayudar en el proceso de reconstrucción de nuestra red. No obstante, fue ayer que los vientos tempestuosos de Whitefish amenazaron con reducir a escombros sobre todo a la administración Rosselló:  el poderoso e indeseable congresista Rob Bishop anunció una investigación congresional, la Casa Blanca responsabilizó del asunto “únicamente” al gobierno puertorriqueño y FEMA anunció que no reembolsaría un solo centavo del contrato. La administración de Trump, que cultiva un escándalo de corrupción mayor cada semana, intenta apertrecharse para evitar una destruccion similar a la de Water Gate y ha dejado a la intemperie al gobierno colonial. Es evidente que ni la administración de Trump tiene las manos limpias en este entuerto ni el gobernador desconocía del contrato que se había firmado pues, según la Orden Ejecutiva 53 que el mismo firmó, cualquier contrato de emergencia otorgado tras el paso de María tenia que ser aprobado por el primero. Pero, de todo lo ocurrido en esta huracanada semana, es la destitución fulminante del inepto director ejecutivo de la AEE, Ricardo Ramos, a lo que más atención debemos prestar. Como ya estamos aprendiendo, tras la destrucción de un huracán se cuelan todo tipo de ratas, gusanos, sabandijas y aves de rapiña. Esta ocasión no es la excepción. La Junta de Control Fiscal volvió a ejercer su poder colonial para ir por encima del nuestro gobierno electo, esta vez para colocar a un emisario de los buitres de Wall Street como nuevo jefe de la AEE. Noel Zamot, un excoronel del ejército estadounidense, hace tiempo que juró lealtad a aquellos intereses que buscan despedazar a la corporación pública para quedarse con su carne y dejarnos a nosotros con el hueso. El 8 de agosto de este año, en ocasión de su reciente nombramiento el zar de la infraestructura dijo en una entrevista radial que “mantener empleos gubernamentales no es ni será un fin ni una prioridad para mí”. Y es que algo que debemos comprender es que tanto Whitefish como Noel Zamot pertenecen a la misma calaña. Son las aves de rapiña que se posan sobre los territorios destrozados para implementar la política del despojo. Son los mismos que impulsaron la Guerra de Irak para luego apropiarse de forma burda de su petróleo. Son los mismos que provocaron la clausura del sistema educativo de Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina para que les vendieran las escuelas a precios de \’pescao abombao\’ para privatizar todo su sistema y lucrarse de la desgracia de otros. Son los mismos que se apropiaron de cientos de millones donados a Haití para reconstruir sus viviendas tras el terremoto que los estremeció allá para el 2010. Son los mismos que arrebataron miles de hogares a estadounidenses durante la crisis inmobiliaria del 2008. Son los mismos que ahora pululan por nuestros aires esperando a que el país se vacíe para comprar a precio de quemazón las viviendas y terrenos de nuestra desgracia para convertirlos en complejos hoteleros o de vivienda inaccesibles para nosotros. Son los mismos que quieren apropiarse del negocio que representa generar nuestra energía mientras nos dejan colgando en la fragilidad del sistema de distribución que poseemos y que nadie quiere costear su transformación. Y así, mientras nosotros estamos envueltos y afanados en nuestra supervivencia, otros planifican nuestra miseria perpetua. Es que después de los huracanes abundan las plagas de animales y sabandijas indeseables. La verdad del caso es que si no nos deshacemos de ellas jamás nos levantaremos. Y esa tarea, mi gente, solo nos toca a nosotros.

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