Ya van 22 días desde que pasó María y confieso que me encuentro entre los que cada vez tienen menos esperanza sobre la recuperación del país. Estoy cansado de los estribillos positivistas mientras lo poco que vemos moverse, lo hace a paso lento.
Es hora que el Gobierno haga una pausa para una seria introspección, respire, señale, adjudique responsabilidades de las fallas cometidas tras el huracán y tome las acciones duras que tenga que tomar. El gobernador Ricardo Rosselló comenzó con un manejo impecable de la emergencia. Sin embargo, el operativo de recuperación que se impusieron se dislocó en la ejecución por culpa de algunos jefes de agencias y las autoridades federales. El Gobernador debe reconocer que ya no tiene control en el manejo del problema, anunciar estrategias nuevas y sacar del medio a quienes lo han hecho lucir mal.
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La dirección de la Autoridad de Energía Eléctrica y del Departamento de Salud comienzan la lista de las agencias estatales que han sido mediocres. También debe pararse el Gobernador de frente a FEMA y al Cuerpo de Ingenieros, dos entes federales que han sido los grandes fracasos en el esfuerzo de recuperación.
No necesito repetir los números que a diario da el Gobierno sobre los “avances” en la recuperación. La mayoría sin luz y todavía muchos sin acceso a agua potable. Tampoco debo repetir que la ayuda a los damnificados no está llegando como se supone. Resulta alarmante además que a 22 días, las góndolas de los supermercados a donde tenemos que ir los que agraciadamente no necesitamos las cajas de FEMA, están vacías. La Policía ha sido incapaz de manejar el caos vehicular que se forma a diario a consecuencia del llamado que hacen los patronos para que sus empleados regresen a la “normalidad”. Los alcaldes, en su mayoría, han fracasado en el recogido de escombros y basura, provocando no solo que siga la sensación de devastación, sino precipitando las inundaciones en muchos sectores como ha pasado en Levittown. Las escuelas públicas y privadas han pretendido reanudar operaciones sin hablar de medidas especiales coherentes para atender una población infantil y juvenil impactada emocionalmente. Las filas para todo siguen largas, impregnando el caos en nuestras calles.
A 22 días tenemos conferencias de prensa para anuncios que nos dice que Puerto Rico no se levanta aun y el optimismo en la calle desvanece. La mayoría tiene que aguantar, otros con recursos económicos han decidido irse del país. Los que se han quedado están perdiendo sus empleos o tienen un futuro incierto ante los avisos de que no se reporten a trabajar “hasta nuevo aviso”. Esto pinta un cuadro socioeconómico que asusta.
Necesitamos, aunque parece temprano en el proceso, una renovación de nuestros bríos, pero para eso el Gobierno tiene que dar el primer paso. Las canciones y slogans solo tendrán efecto si están acompañadas de acciones con consecuencias reales.