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Trump, no nos conoce

“They want everything to be done for them when it should be a community effort”. Con esta frase cargada de partes iguales de irrespeto y desconexión de la realidad que enfrentan miles de personas a lo largo y ancho de toda la isla, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump se refería a los residentes de la isla. Hablaba -como aquel que sabe, aunque desde un enorme “no saber”- de miles de afectados en toda la isla quienes, a pesar de enfrentar una devastación histórica y una respuesta lenta de las autoridades federales, se levantan a diario aferrados a la esperanza de la recuperación.

Trump reaccionaba así a las declaraciones emitidas por la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz quien, un día antes -frente a medios estadounidenses- denunciaba de manera apasionada los efectos de la lentitud de los grupos liderados por FEMA. Olvide el emisario y su tono. También las divisiones propias de la política partidista local o las tensiones entre demócratas y republicanos. Ahora mire los hechos. Desde Río Grande hasta Utuado; desde Morovis a Adjuntas, las decenas de ciudadanos con los que he conversado desde el inicio de la tragedia o incluso alcaldes como Ramón Luis Rivera y Mayita Meléndez en Bayamón y Ponce, o Jaime Barlucea y Héctor “El Cano” Delgado  en Adjuntas y Cataño -tal vez usted mismo-  todos coinciden en la misma crítica: la respuesta federal ha tenido deficiencias.

Pero el presidente estadounidense prefirió agarrar la denuncia y hacerla girar en torno a su órbita personal. Argumentó que se trataba de un nuevo capítulo de la pugna demócrata-republicana. Dijo que todo era una excusa para hacerle daño y remató con esa frase cargada de irrespeto. “Quieren que se lo hagan todo cuando debería ser un esfuerzo comunitario”. Y a lanzarla Trump no solo se equivocó sino que mostró su total desconexión con la crisis. De haberla tenido sabría que miente. Basta con repasar las historias que nos encontramos a diario en cada punto cardinal del país. Historias como la de los residentes de la colindancia entre Lares y Utuado quienes, ante la ausencia de presencia oficial no se llenaron de lamentos. En su lugar utilizaron equipo pesado para despejar los derrumbes que mantenía el sector incomunicado. Casos como el de Noemí Rodríguez, del residencial Manuel Martorell de Comerío quien, entre lágrimas, rogaba por ayuda solo después de haberlo intentado todo. “Hacemos las cosas poco a poco, pero necesitamos más”, decía. O tal vez el caso de Julia Rivera, del Barrio San Lorenzo de Morovis. Un lugar aún incomunicado al que los vecinos solo tienen acceso agarrados de una soga que les permite cruzar el río. La mujer y sus vecinos levantaban los pedazos de zinc y madera esparcidos por el suelo para, con ellos, intentar volver a levantar sus hogares. O la estampa de un hombre refugiado en Comería quien, a pesar de rondar los 80 años, no exhibió dudas sobre su mirada de futuro. El de él y el de su comunidad. “Hay que ponerse el sombrero y arreglar lo que se ha caído”. Así, sin más. Sin contemplaciones o dudas. Señor Trump, usted no nos conoce. Los puertorriqueños no esperamos sentado. Aguardamos, sí, pero desde nuestra trinchera colectiva. Listos para defender los pedazos que nos quedan y, con ellos, levantarnos. De eso que no le quepan dudas.

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