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Lo que el viento nos dejó

Lea la opinión de Armando Valdés

Irma nos deja muchas lecciones. Afortunados, en esta ocasión, al haber evitado los daños mayores que sufrieron países vecinos, nos toca ahora evaluar estas circunstancias para prepararnos, inevitablemente, para cuando el destino no nos favorezca.

1- Tenemos que preparar la infraestructura del país para tormentas más frecuentes y más potentes. Irma, aunque fue una de las tormentas más potentes registradas desde que se comenzaron a observar científicamente estos fenómenos, realmente no nos impactó con todo su poderío. Aun así, el sistema eléctrico del país colapsó. En muchas áreas se había ido la luz por la mañana cuando apenas comenzaban a soplar unas leves ráfagas. En muchas áreas, el servicio todavía no ha sido restablecido. Esto nos obliga a una inversión en proyectos que actualicen el sistema eléctrico y lo hagan más robusto. Es inevitable que un huracán cause apagones. Veamos el ejemplo de Florida. Pero no es razonable ni la facilidad con la cual perdimos un servicio esencial, ni el tiempo que ha tomado restablecerlo.

2- Tenemos que establecer prioridades durante los esfuerzos de recuperación. El que la Autoridad de Energía Eléctrica admita que donde más clientes quedan todavía sin servicio eléctrico es en municipios del área metropolitana, entre ellos San Juan y Guaynabo, es muestra de falta de planificación. San Juan, a parte de ser la capital del país, es la zona más densamente poblada. Por ende, el trabajo que se realice allí le restablece la luz a un mayor número de personas. Es también donde hay mayor número de centros de trabajo, hospitales, hoteles y oficinas de gobierno. Restablecer el servicio en San Juan es poner a mover la maquinaria económica del país; no hacerlo es prolongar la emergencia y agudizar sus efectos nocivos.

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3- Tenemos que comenzar a planificar desde ahora los proyectos que remediarán los impactos del cambio climático. La potencia de la tormenta y lo activa que ha sido la temporada de huracanes han levantado, lógicamente, preocupaciones sobre los efectos de la actividad humana en nuestro medioambiente. Océanos más calientes se convierten en caldos de cultivo para tormentas que serán peligros mayores para la vida humana.

Pero el riesgo que se cierne sobre nuestro país no se reduce a ciclones tropicales más fuertes. Para antes de que termine este siglo, es decir, dentro de la vida de nuestros hijos y nietos, se espera que hayan aumentado los niveles del mar por varios pies, que zonas de temperaturas moderadas se conviertan en desiertos con calores infernales, que el aumento en las temperaturas —junto a la pesca excesiva—- acaben con poblaciones marinas, y que se pierdan grandes zonas agrícolas. Puerto Rico necesita planificar proyectos para salvar algunas poblaciones costeras, con proyectos de control de inundaciones y de mareas, y para relocalizar otras. Necesitamos abaratar los costos de la luz para facilitarle en el futuro a poblaciones vulnerables —los envejecientes, por ejemplo— el uso de acondicionadores de aire que, de lujo, podrían convertirse en necesidades vitales. Hay que planificar para la seguridad alimentaria del país, pensando no en las condiciones climatológicas actuales, sino en las del futuro. Todas estas medidas, y muchas otras, hacen falta para procurar la supervivencia de nuestra sociedad.

4- Somos un pueblo caribeño. Parecerá obvio, pero siempre hay quienes actúan como si San Juan estuviera a cuatro pasos de Miami. Entender nuestro contexto ha sido una de las grandes lecciones de esta tormenta. La gestión del gobernador y su administración para auxiliar a refugiados de islas vecinas y para asistir en sus esfuerzos de recuperación es una acción humanitaria encomiable que nos une a pueblos hermanos. Si bien hoy nos toca a nosotros, en un futuro cercano podrían ser ellos quienes vengan a nuestro rescate. Valdría la pena utilizar esta ocasión para ahondar los lazos que debieran unirnos con nuestros vecinos más próximos.

5- Estos no son momentos para la política. Si bien el Gobierno tuvo sus aciertos durante el manejo de esta crisis, no todo fue miel sobre hojuelas. Como en toda empresa humana, hubo también sus desaciertos. Aun así, el aparato de comunicaciones y de manipulación de opinión pública de La Fortaleza y del PNP, fueron creando una bola de nieve de felicitaciones y halagos a la figura del gobernador. No extenderle nuestro agradecimiento por hacer un trabajo para el que hizo campaña por espacio de cuatro años era la mismísima definición de la mezquindad. Y ayer, el secretario de Asuntos Públicos, Ramón Rosario, ya distribuía en redes sociales un video elogioso del gran trabajo del gobernador. Como dije, hizo cosas buenas: la comunicación pretormenta, la presencia policíaca en las intersecciones sin luz inmediatamente después del huracán y la ayuda a nuestros hermanos caribeños. Pero hay cosas no tan buenas: la tardanza en restablecer el servicio eléctrico, la falta de policías ahora en las mismas intersecciones que todavía no tienen luz, la ausencia absoluta de brigadas del DTOP, y la lentitud en la limpieza y el recogido de escombros en las calles del país. Por eso, porque no todo es perfecto, es que uno no se apresura a felicitar a quien todavía está probándose en medio de una emergencia.

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