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Otra vez se nos olvidó Culebra

Lea la opinión de Julio Rivera Saniel

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La noche parecía interminable. Los vientos de Irma sacudían todo lo que encontraban a su paso. Desde el balcón de Hillbayview donde nos guarecíamos por un momento mi compañero fotoperiodista, el operador de la unidad remoto y yo, todo lo que la vista alcanzaba a ver se había pintado de gris. Desde allí, uno de los puntos más altos de Culebra, presenciábamos en primera fila cómo el mar embravecido reclamaba espacio a la costa. Una noche eterna. Y al salir el sol, la destrucción. Aunque el embate de Irma no había sido tan fuerte como lo previsto, los vecinos de las partes altas de Culebra habían sentido la sacudida. La mayor parte de las estructuras, de construcción modesta, habían recibido algún impacto visible. En algunos casos, la destrucción era total. Al piso habían caído los esfuerzos de años de trabajo arduo y sacrificios. Se trata de otra prueba para la larga lista de las islas municipio. Y si para algo sirvió Irma, fue para recordarnos el olvido permanente al que las hemos sometido.

El olvido era evidente en la infraestructura disponible y la planificación que antecedió el paso del sistema. La Escuela Ecológica, el único refugio disponible, no tenía una planta de luz. Y por lo mismo, tampoco tuvo agua durante toda la jornada. La Autoridad de Edificios Públicos parece haber fallado en el mantenimiento rutinario de la máquina disponible que se quemó al intentar encenderla. Resultaba increíble justificar cómo todos los municipios tenían los recursos necesarios en sus refugios para enfrentar la emergencia y, en el caso de Culebra, un nuevo olvido les ponía una nueva piedra en el camino.

La emergencia también dejaba en evidencia el abandono al que se ha sometido durante años la Escuela Ecológica. Construida con un diseño innovador (que debería ser replicado en el resto del país) la escuela cuenta con placas fotovoltaicas que almacenan la luz del sol para que se mantenga libre de la dependencia en la Autoridad de Energía Eléctrica. Pero las placas, que habrían garantizado luz y agua, no funcionan hace tres años a pesar de las quejas y pedidos de acción constantes por parte de la comunidad escolar.

Irma también trajo visibilidad a la denuncia sobre el estado de deterioro del puerto, único lugar habilitado para la llegada de embarcaciones para el transporte de pasajeros y carga. Según se denuncia, los cimientos del muelle están carcomidos al punto de que más de uno cree que su estado podría ser peligroso y, en una eventualidad, poner en riesgo la operación del único espacio que garantiza conexión marítima entre Culebra y la Isla Grande.

La lista de olvidos imperdonables sigue: mala e irregular conexión marítima, el costo de los productos y servicios magnificado por el precio del transporte, la falta de mantenimiento a las calles estatales, escasez de recursos para el sistema educativo, falta de empleos y oportunidades, además de una limitada atención médica. Culebra reclama atención hace mucho. Tanto ha pasado que sus residentes en ocasiones muestran desánimo cuando se trata de exigir acción. Tal vez el desdén con el que les hemos pagado durante años haya hecho mella en sus expectativas y han aprendido a vivir allí, cerquita, pero alejados por el olvido institucional. Y también del de los medios de comunicación, para quienes a veces resulta en un esfuerzo demasiado caro pasar y mirar de cerca sus problemas y reclamos. Las de Culebra son miradas intermitentes, recuerdos entrecortados, atención condicionada al desastre. La miramos en Hugo, luego en Georges; ahora volvemos a posar la mirada sobre ella gracias a Irma. Ingratitud constante e inmerecida para esos 1,800 hermanos de esta patria.

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