El huracán Irma no nos azotó de la forma en que previeron los expertos meteorólogos. Por suerte, este fenómeno cambió levemente su dirección hacia el norte a pocas horas de llegar a la isla y, en consecuencia, sufrimos menos de lo esperado.
Aún así, nuestra ciudadanía vivió momentos de mucha tensión. La isla municipio de Culebra quedó devastada, al igual que otras zonas del país, en costa y montaña. Árboles y tendidos eléctricos en el suelo, junto a daños colaterales en las plantas de energía y en las líneas de distribución, provocaron la interrupción del servicio de luz.
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Estábamos advertidos. Sabemos que la infraestructura eléctrica del país es frágil porque en las últimas décadas la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) ha sido víctima de un intencional descuido de parte de los dos gobiernos que se han turnado la administración del país. Ambos, sin exclusión, han sido negligentes al negarse a dotar a la agencia de los recursos necesarios para el mantenimiento de sus líneas de distribución y transmisión, plantas y centrales de generación.
Ellos han echado al abandonado a la AEE sumergiéndola en una profunda crisis financiera (hoy en quiebra) y desatendiendo el mantenimiento de su infraestructura, la falta de equipo para sus trabajadores, el descuido a la flota vehicular y en la reducción sistemática del personal capacitado que brinda servicios.
Un empleado retirado de la AEE compartía en estos días en su página de Facebook un dato que confirma el diseño de los Gobiernos de turno para lanzar al deterioro la corporación pública. Decía que cuando el huracán Hugo sacudió la isla en 1989, en el Distrito Técnico de Monacillos había 21 brigadas de trabajadores solo para las tareas de desganche. En Río Piedras, en tanto, había 12 brigadas. Para 2012 —anote bien— Monacillos tenía una brigada y media, mientras Río Piedras tenía tres.
Con una opinión muy fundamentada, el extrabajador de la AEE recordaba que la Unión de Trabajadores de la Industria de Energía y Riego (Utier) lleva años alertando de la situación por la que atraviesa la corporación pública. Más aún, coincidía en que tras ese descuido hay un plan concertado para “venderla como bagazo”.
Si repasamos las acciones gerenciales de la AEE en las últimas tres décadas, nos encontraremos con una agenda muy bien zurcida, mejor diríamos una gran conspiración de políticos e inversionistas para profundizar en el deterioro de la agencia y viabilizar así la ruta para abrir la generación de energía al libre mercado.
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El plan es simple. Se trata de vender la idea de la privatización alegando que cuantos más productores de energía haya, mejor será el servicio. Tal aseveración es falsa, y obvia que el mayor valor de la AEE es conservar su carácter público, razón por la que hay que dotarla de los recursos que necesita para optimizar su operación.
Miremos, por ejemplo, lo que ha ocurrido en esta última semana con el servicio de telefonía privado, sumamente elogiado por los defensores de las privatizaciones a mansalva. La forma más elocuente de trazar esta comparación la hizo la compañera periodista Wilma Maldonado en un comentario publicado en su página de Facebook.
“Lo que sí nos enseñó este ciclón es la fragilidad de la infraestructura telefónica privada que dejó, al menos, a la mitad de su clientela sin el servicio cuando más se necesitaba. Que no funcionara durante el azote de los vientos más fuertes pudiese ser razonable, pero que no pudieran restablecer el servicio de inmediato es inaceptable. La excusa de que es culpa de la interrupción eléctrica de la AEE es también inaceptable. Con las tarifas que pagamos lo menos que deben garantizar es que invierten en mantener una infraestructura adecuada y tomar las previsiones debidas. Creo que lo que demostró el huracán es que la privatización de los servicios no es garantía de eficiencia. Sin embargo, qué mucho nos quejamos del servicio gubernamental —y está bien que exijamos un servicio de calidad—, pero debemos ser igual de rigurosos en nuestras exigencias con la empresa privada”.
Nada más con el testigo. Trace una mirada a su alrededor y haga lista de los cientos de trabajadores de la AEE que han salido a la calle a restablecer la luz eléctrica. Son, sin duda alguna, héroes del servicio público. Piense, a su vez, qué tal está hoy la señal de su teléfono celular.