¿Ver televisión, leer o acostarme a dormir? ¿Qué horario de trabajo es mejor? ¿Como helado de chocolate o fresa? Muchas decisiones las tomamos inconsciente y rápidamente, mientras que para tomar otras agonizamos durante días, semanas, meses e incluso toda una vida.
En ocasiones, nos cuesta trabajo tomar decisiones porque somos víctimas de villanos, algunos incontrolables y otros, por suerte, controlables, incluyendo el razonamiento y las emociones. A continuación, cinco sugerencias para mejorar el proceso de tomar decisiones complejas.
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1. No lo dilates. Las decisiones simples son divertidas —y eliminables— de la lista de cosas para hacer, haciéndonos “sentir” productivos. Las decisiones más complejas podríamos dilatarlas por su dificultad. Necesitamos dedicar enfoque en los pros, riesgos y resultados esperados. Esconder las decisiones que necesitamos tomar debajo de una alfombra nos quita espacio mental, tranquilidad, y tiempo.
2. Guarda las emociones o egos. Tomar decisiones puede ser difícil por el posible impacto en cómo nos sentimos, nos vemos o lo que tenemos. Pregúntate si puedes resolver el problema objetivamente e identifica los factores que impactan la decisión y las posibles soluciones. Las decisiones sabias son resultado de hechos, no del enfoque en aspectos personales.
3. Pregúntale a un espejo, no a una almohada. Aunque los problemas sean particulares de nosotros, es probable que alguien que conocemos haya tenido que tomar una decisión similar. ¿Por qué preguntarle al espejo y no a la almohada? Queremos recibir consejos sensatos y objetivos, y eso lo puede brindar la personalidad “espejo”. La “almohada” tiende a decirnos lo que entienden que queremos escuchar.
4. Cuestiónate. Aunque, en ocasiones, no tenemos todos los datos para tomar decisiones, necesitamos hacer un alto y cuestionarnos. Las decisiones importantes no se toman por algo que escuchamos, porque “algo en la boca del estómago me lo dice” o porque “trago amargo se pasa rápido”. Después de todo, algunas de estas son para toda una vida.
5. Planifica para lo peor. Al tomar decisiones, queremos identificar los riesgos y consecuencias. Tomar 10 minutos para considerar el peor escenario nos ayuda a prepararnos. Si sale bien, pues “Alegría bomba es”. Si sale mal, solo nos queda analizar lo que ocurrió y no volverlo a hacer. Después de todo, lo que no nos mata nos fortalece.