La chica me había anunciado que estaba cerrando la caja; así que yo sería la última. Frente a mí había una pareja que estaba pagando varios artículos. La cosa como que se estaba tardando. Aparentemente, la pareja iba a pagar algunos de los artículos con una tarjeta de débito y el resto en efectivo. Cuando la joven cajera pasó la tarjeta, lo único que había de balance era un dólar. “Ay, bendito, yo creía que teníamos más”, dijo la mujer. Le pidió dinero al marido, pero él no tenía, y ella solo contaba con treinta y siete dólares en efectivo. “Pues vamos a tener que dejar cosas entonces”, dijo la mujer mientras se volteaba a pedirme excusas por el inconveniente. La cajera procedió pacientemente a invalidar la transacción mientras la pareja decidía con qué se quedaba. Lo primero que sacó la mujer fue una lamparita que aparentemente iba a ser su regalo de ella para ella por su cumpleaños. Finalmente, lograron cuadrar su compra con la cantidad que tenían. Cuando terminó con la transacción, la cajera le pidió a la pareja que esperara y caminó hasta el “counter” de servicio al cliente llevándose la lamparita. Ninguno sabía lo que estaba ocurriendo. De repente, la joven regresó y le entregó la lámpara a la mujer. “Pero es que no la pagamos”, le dijo la clienta un poco desconcertada. “Yo te la estoy regalando”, respondió la cajera. “¿Pero por qué?”, preguntó la mujer con la voz entrecortada. “Porque tú la querías”. Y en ese momento las dos mujeres se abrazaron, y solo pude escuchar a la cajera decirle: “Ojalá que las cosas mejoren para ustedes”. Tal vez aquella lamparita no le costó mucho con su descuentito de empleada. Pero no era la lámpara, sino el gesto. Ella regresó a atenderme como si nada hubiera pasado. “¿Tú sabes cuántos puntos de karma positivo acabas de acumular?”, le dije. “Es que en la vida hay que ser bueno con los demás”, respondió. Te invito a abrir tus ojos y oídos para observar y escuchar. Vas a descubrir que los “buenos” seguimos siendo más.
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