Se acerca la semana de la prensa y todos los periodistas reflexionamos sobre la situación actual de la profesión. No podemos decir que solo el periodismo está en crisis. En general, los medios de comunicación, fuertemente golpeados por la crisis económica, están en una situación difícil. A ello se suma la crisis de contenido con valor informativo. Las organizaciones que agrupan periodistas deberían aprovechar esta oportunidad para colocar sobre la mesa los verdaderos problemas que nos están dejando sin trabajo, sin calidad y con la frivolidad de la prensa amarillista.
Esta pasada semana, para colmo, otra ola de despidos dejó sin trabajo a periodistas galardonados. Irónico por demás, mientras reciben distinciones o tienen altos índices de audiencia, de un zarpazo reciben la mala noticia de que se cerró el taller. Pero luego entiendes que, tras el peldaño, nos toca reinventarnos y acoger la frase “trabajo por cuenta propia”. Así lo han hecho decenas de periodistas y están disfrutando el éxito en otras faenas.
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Si reflexionamos sobre dónde estamos, encontraremos que el periodismo hoy día padece dos tipos de crisis: la económica, que está cerrando talleres, y la de contenido, que ocasiona la frivolidad y la banalidad en la información. El cierre de talleres se viene observando en los últimos diez años. Muy preocupante porque miles de estudiantes se continúan graduando de periodismo y no encuentran un lugar ni siquiera para hacer su práctica. Sí debo señalar que muchos egresados tienen las ganas de establecer su propio negocio y cada día son más los que evitan ser asalariados. Este dato es importante porque las universidades deben moverse a inculcar esa transformación y entender que desean las nuevas generaciones de estudiantes que se hacen llamar millennials y generación Z.
La crisis de contenido es también un problema mayor porque parecería no tener fin. Esa crisis ha cambiado por completo los hábitos de los receptores de la información. Aumenta el gusto por el amarillismo y la información sensacionalista y sin confirmar. Los periodistas saben que estas crisis están incrementando y que el espectáculo en la información está ganando terreno. La crisis en el contenido y la falta de dinero no son los únicos problemas que tenemos.
Existe también la falta de transparencia y negación de documentos por parte de los gobiernos, lo que conlleva a deteriorar la calidad de la información que se publica. Ello es importante porque se está violando el acceder a la información que es pública.
En lugares donde decir la verdad te cuesta la vida, como lo vemos a diario en la clase periodística en México, la libertad de expresión cobra matices significativos. Ojo al dato porque estamos viendo pocos periodistas puntiagudos y con pocas ganas de exigir sus derechos. Los receptores se dan cuenta de la falta de ser incisivos y conceden poca estimación a la información publicada, lo que redunda en escasa valoración del trabajo realizado por el periodista.
Estamos a tiempo para retomar las funciones del periodismo, pero las ganas necesitan también el apoyo del patrono y de los receptores. La calidad y la ética deben ser nuestro norte. Destaco esos dos valores fundamentales porque precisamente nuestro gran Elliot Castro siempre fue perseverante en ellos. Mentor para nuestros estudiantes de periodismo deportivo y apoyo en el campo de transmisión me llevo de él su don de gente y sus consejos. Me llamaba “la nena” y yo le decía “biblioteca deportiva andante”. Qué mucho se aprendía escuchándolo.
Quiero concluir mi columna destacando su labor y sabiduría. Gracias por apoyar incansablemente todas las disciplinas deportivas y descargar con verticalidad y elegancia el trabajo de nuestros atletas. Su trabajo comunitario del también ingeniero era callado porque era de las personas que ayudaban en silencio y apreciaba la solidaridad al necesitado. Fue un placer conocerte y escucharte.