Hace mucho tiempo escribí una columna bajo este nombre, cuando no tenía perros y, por ende, no tenía idea.
Comentaba entonces que a veces les tenía envidia a algunos perros porque la vida que tenían no hacía honor a la clichosa frase “vida de perros”, que se suponía fuera sinónimo de una vida echada a menos, poco privilegiada angustiosa y aburrida. Para mí, esa vida, hasta entonces, era la excepción a la regla perruna, principalmente porque nunca había tenido un perro y, por ende, desconocía las emociones y las cosas que te pueden hacer sentir y hacer.
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Ha pasado algún tiempo y ahora tengo no uno, sino dos perros, varón y hembra. Y cada vez que los miro me pongo a pensar en qué momento fue que cambié tan dramáticamente mi manera de ser. Por ejemplo, no hubiera imaginado jamás estar separando agua mineral para mis perros mientras yo me conformaba con agua de la pluma y sin filtro para mí.
Y con la comida, igual. Yo como hasta piedras, de cualquier marca, incluso genérica sin problemas. Pero mis perros comen comida “holística”. Anda a saber qué significa bien eso. El otro día me puse a ver la etiqueta y no les va muy mal. Resulta que comen hasta venado y faisán. ¿Cuándo como yo faisán? ¡Nunca! El otro día se me cayó una zanahoria de esas bebé, orgánicas, que compré para mi marido, porque a mí no me gustan. Pues les encantaron las zanahorias bebé-orgánicas y ahora son su treat perfecto. Habrá visto. Un poco exquisitos los perros estos. Mis snacks no son ni cerca eso.
A ver. Esto quizás está mal. Pero mis perros también duermen en aire acondicionado y en cama de adultos. A sus anchas, con escalerita y baño. Porque no hay necesidad de pasar tanto trabajo.
Y se van de fin de semana. Porque eso de despejarse no es solo para los humanos. De vez en cuando un perro necesita distraerse.
También van al grooming porque yo no me atrevo a bañarlos ni a acicalarlos yo. Siempre me da terror hacerles algo. Así que a veces terminan yendo más al beauty que yo. Yo quizás tenga las uñas destruidas, pero ellos siempre están super set.
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Ya el vínculo es tan grande y poderoso que nos da mucho sentido de culpa que nos vean haciendo bultos o maletas para irnos de vacaciones. Ellos saben cuándo comienzan estos preparativos y se nota que los sufren. Empiezan a actuar raro, a enchismarse, a mirar raro.
Así que para la más reciente vacación decidimos traerlos. Y cruzamos charco en grande a Sudamérica. Fue un nervio tremendo porque era la primera vez . Los preparativos se pasaron. Tuvieron que ir al veterinario, sacar certificados de salud, hacer pruebas de sangre, superasegurarse de las vacunas… Yo ahora mismo no sé si tengo mis vacunas al día, y no sé cuándo me hice el último Pap, pero de algo estoy segura. Mis perros están 500 % al día.
El día del vuelo yo tampoco sabía qué maleta iba a usar, pero para dos perros teníamos tres carry-on. No queríamos meter la pata. O sea, mis panties no tenían lugar de transporte, pero mis perros sí. Y sus pads también.
Además, en términos de proporción, el costo de las vacaciones de mis perros, sacado al final del día, está fuerte. Con lo que cuesta ida y vuelta todo el trayecto pago un hijo más y no paso por Agricultura.
Pero, bueno, creo que es el precio a pagar cuando se ama tanto, cuando no puedes explicar cómo es que cuatro patas han logrado cambiarte la existencia y haberte hecho mejor persona. Se aman inexplicablemente. Así que la vida de perros puede ser bella y exquisita. Yo quiero esa vida de perros para mí.