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Guaynabo City

Lea la opinión de Rafael Lenín López

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Hoy cierran las compuertas para lo que será una contienda que promete ser interesante: la que ocurrirá por la alcaldía de Guaynabo. La elección especial será el domingo, 5 de agosto, según ha decidido el directorio del PNP. 

A partir de hoy y durante el próximo mes debemos esperar una guerra campal por una de las sillas políticas más poderosas. Y es que el que gane sabe que podría sellar su vida profesional si hace las cosas bien. Guaynabo ha tenido solo tres alcaldes en los pasados 48 años, todos del PNP. Con una población actual de 97,000 habitantes, el PNP ha dominado cómodamente ese municipio, convirtiéndose en uno de los baluartes de la colectividad al momento de definirse una contienda a nivel estatal.

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Hasta ayer era seguro que se trataría de una carrera entre dos: Carmelo Ríos y Ángel Pérez. El representante Antonio Soto buscó los documentos necesarios para oficializar una candidatura, pero hasta anoche se encontraba deshojando margaritas ante presiones que recibía de todos lados para que retirara su aspiración. Uno de los pedidos que recibió fue el del propio presidente de la Cámara, su patrocinador más influyente.   Independientemente de si radica o no, me parece que Antonio Soto, quizás por el tema presupuestario que le ocupó mucho tiempo siendo presidente del comité legislativo con jurisdicción primaria en el asunto, perdió el timing para montar su estructura política ante esta elección. A estas alturas, la cosa parece estar bastante segmentada, habiéndose alineado la maquinaria del PNP con Carmelo Ríos y la base no oficialista con el exrepresentante Pérez. A Soto le quedaría un segmento muy limitado para enamorar en un mes de campaña, considerando que se estima una participación de 15,000 votantes. Claro, a menos que ocurra algo devastador a nivel político para los otros dos candidatos.

Si la carrera es entre dos, cada uno de los aspirantes enfrenta grandes retos para poder ser exitoso. Por un lado, Carmelo Ríos tendrá que buscar la forma de no aparentar ser el candidato de la maquinaria de O’Neill. Mientras, por el contrario, Pérez tiene que buscar la forma de evitar proyectarse como el candidato rebelde y extraño a la estructura partidista. Al hard core de los partidos no le gusta una cosa ni la otra; ni los disidentes ni los impuestos. Les gusta tomar sus propias decisiones, pero se inclinan por los más leales.

En este sentido, Carmelo Ríos tendrá que cruzar con mucho cuidado por una cuerda floja durante este próximo mes. Tampoco puede enajenarse totalmente de O’Neill. Como quiera que sea, el ex lcalde estuvo 21 años al frente de una estructura municipal y tiene sus seguidores que lo aprecian a pesar de los señalamientos que enfrenta. Ante la prensa y el público general, que no es el votante de esta elección especial, el senador Ríos tendrá que distanciarse de O’Neill con cuidado, pero en sus comparecencias públicas internas en Guaynabo tendrá que hacer todo lo contrario.  También tiene que despojarse de cualquier apariencia de que O’Neill lo apoya con el propósito de evitar que se conozcan las “cositas” que hayan pasado allí. Esta misma discusión ocurrió cuando O’Neill fue el sucesor de Alejandro “Junior” Cruz ante su repentino deceso en 1993.   Ríos tiene que combatir también la apariencia de que la carrera es entre la maquinaria y la base. A Ángel Pérez le conviene esa proyección. Sin embargo, Pérez tiene varios elementos negativos con los que tendrá que batallar. El hecho de que haya sido un enemigo de O’Neill en la historia reciente no es, aunque usted no lo crea, un factor muy positivo para él.  Pérez era el querendón de O’Neill durante sus primeros años de alcalde, al punto de haber fungido como director de presupuesto del municipio. Luego, O’Neill lo cargó hasta llevarlo a la Cámara de Representantes. Pero la alianza política duró poco y, más tarde, el alcalde le puso un retador (Antonio Soto, su entonces presidente en la Legislatura municipal) que lo venció en una primaria aún cuestionada.  La historia se repitió más tarde y hoy Soto no es santo de la devoción de O’Neill. De hecho, si Antonio Soto finalmente radica hoy, a quien único le conviene es a su archirrival político, Ángel Pérez, pues su candidatura apelaría más a la estructura oficialista.

Otro tema escabroso que amenaza con afectar la campaña de los candidatos tiene que ver con la participación de los electores no afiliados al PNP.  Si bien es cierto que la ley y la jurisprudencia establecen que, ante una vacante, por renuncia o muerte, le corresponde llenarla al partido por el cual ese funcionario resultó electo, en este caso, estamos hablando de una figura que históricamente ha trascendido los partidos. He sabido que los dos candidatos principales tratarán de tocar livianamente este tema, no objetando en los colegios de votación la participación de electores de otros partidos, solo requiriendo el formalismo de la afiliación y que sean recibidos como “añadidos a mano”. El problema ocurrirá si la elección es cerrada y esos votos resultaran ser decisivos. Ahí entonces estaremos ante una disputa que de seguro terminará en los tribunales con la queja del candidato al que no le favorezca se adjudiquen esas papeletas.

Aquí los candidatos tendrán que hilar fino. Se trata de una campaña corta.  La carrera empieza hoy y en un mes sabremos quién sobrevivirá, jurando como el nuevo alcalde de Guaynabo City.

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