“Tú y yo estamos cerrando puertas”. Cuando escuché estas palabras de la boca de un viejo amigo me vi inmediatamente sentada en el tren urbano. “Cerrando puertas” es la frase que se escucha decir al conductor cada vez que el tren va a prepararse para partir hacia la próxima parada. La diferencia entre el tren y la vida es que en el tren uno siempre sabe cuál va a ser la próxima parada.
La larga conversación entre Miguel y yo se convirtió en una viaje interno a través de relaciones de pareja, errores cometidos, sentimientos de culpa, miedos y expectativas futuras. Es el tipo de conversación que, generalmente, uno tiene con una amiga y tengo que admitir que fue sumamente refrescante tenerla con un varón que ha decidido tirarse de pecho a reconstruirse emocionalmente. Y es en medio de este tipo de conversaciones que uno reconoce que siempre quedan puertas que siguen abiertas y que necesitamos cerrar antes de continuar hacia la próxima parada.
PUBLICIDAD
Ahora bien, ¿qué requiere de nosotros cerrarlas? Empezaría por tomar responsabilidad por nuestras acciones. Es fácil vivir culpando a otros o a la “mala suerte” por nuestros sufrimientos y males de amores. El crear conciencia sobre lo que hicimos o, en muchos casos, dejamos de hacer nos empodera porque nos ayuda a reconocer que no somos víctimas de nuestras circunstancias, sino sus cocreadores.
Una vez reconocida nuestra responsabilidad, podemos proceder a desarrollar compasión hacia nosotros mismos. Es imposible cerrar puertas cuando vivimos agarrados de los errores cometidos. Esa culpa puede responder al daño que les hemos causado a otros o ser el resultado del que nos hemos causado nosotros mismos. De cualquier forma, el reto de perdonarnos a nosotros mismos va a ser el primer paso hacia poder perdonar a los demás.
Tomando responsabilidad y soltando culpas comenzamos poco a poco a cerrar las benditas puertas. Siempre podrá continuar ahí el miedo que acompaña el desconocimiento acerca de cuál va a ser nuestra próxima parada, pero por lo menos estaremos viajando mucho más livianos y mucho más sabios. A cerrar puertas se ha dicho…