Conocer con exactitud qué hacen, tienen y piensan los demás. Una conducta encomiable si nuestra intención de conocer a otros fuera para establecer mejores relaciones o acciones para un bien común. Sin embargo, cada vez más existe el deseo de saber por saber, sin un propósito positivo, y olvidando que esta conducta nos limita en los ámbitos personal, social y profesional.
En los padres divorciados, en ocasiones observo de primera mano cómo algunos hacen a sus hijos víctimas de preguntas e inquisiciones sobre los bienes, estilos de vida y planes de la otra parte. Entre “amigos” observo cómo aquellos que deciden vivir una vida discreta son vistos como “secretivos” y con “agendas escondidas” cuando en realidad lo único que aspiran es a una vida simple y feliz.
En el ambiente laboral, este tipo de conducta impacta significativamente la cultura organizacional, la comunicación interna y externa, el servicio y los ingresos. ¿Qué podemos hacer?
- Ocuparnos de adherirnos a lo que nos compete, y, si vamos a comentar, indagar o actuar sobre otros, que sea solo para sumar, nunca para restar.
- Analizar cómo podemos mejorar y poner todas nuestras capacidades en buen uso. Averiguar de los demás qué hacen o dejan de hacer bajo ninguna circunstancia es la forma más eficaz de manejar nuestro tiempo.
- Vivir y trabajar con intención. Necesitamos darle valor a lo que hacemos y lo que representamos.
- Reconocer que cada uno de nosotros tiene la posibilidad de crear gran impacto —inspirar, motivar, enseñar, ayudar— y, si no lo hacemos, perdemos grandes oportunidades.
- Ser auténticos, sintiéndonos cómodos en nuestra propia piel, sin pretensiones de algo o alguien que no somos.
- Crear ambientes de confianza. Querer saber lo que no nos compete crea suspicacia y desconfianza, impactando negativamente relaciones y cómo los demás nos perciben.
Para lograr ambientes positivos, necesitamos autoevaluarnos y asegurar mantenernos enfocados en conductas que añaden valor, inspiran, motivan y crean resultados positivos.