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Soy prensa... corporativa

Lea la columna de opinión de Rafael Lenín López.

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He escuchado por semanas la nueva forma de objetar la cobertura periodística sobre alguno de los temas más delicados, como la Universidad de Puerto Rico (UPR), la crisis fiscal y otros tantos. Se dice que la prensa corporativa es culpable de la desinformación y de un dirigismo mediático para controlar las masas hacia un discurso particular. Se asume que ese discurso que pretendemos inculcar desde la “prensa corporativa” es uno de derecha y contrario a las causas sociales más apremiantes.

He tratado de entender ese argumento y no lo logro. Ante eso, he llegado a la conclusión de que el discurso padece de los mismos defectos que el que promueve la derecha extrema. He visto cómo expulsan a compañeros periodistas de asambleas estudiantiles. Otros sectores, no necesariamente de izquierda, ahora también asumen el mensaje para criticar a los periodistas. ¡Hasta un mensaje de queja recibí señalando que la prensa “comercial” no había cubierto la muerte de un músico!

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Vamos a hablar claro. Con excepción de medios espontáneos que han surgido como consecuencia de la coyuntura que vivimos, como Pulso Estudiantil y otros (muy legítimos y eficaces, por cierto), todos se siguen informando a través de la llamada prensa corporativa. ¿Por qué corporativa? Bueno, cierto es que los medios tradicionales están estructurados en modelos empresariales comerciales que el sistema capitalista provee. Todos, los de derecha y los de izquierda. ¡También lo están las redes sociales! ¿O Twitter, Facebook y Worpress —usados como medios alternos— son medios socialistas o comunistas?

Aquí la diferencia no es el modelo empresarial del medio que se utiliza para comunicar. La diferencia la hacen quienes estén comunicando y del acceso que provea el medio para llevar los mensajes importantes.

Lo he dicho en foros donde se me ha planteado este tema: las crítica a los periodistas están desenfocadas, pues nada o poco tiene que ver el problema con la ideología de su patrono. No es uno que tenga que ver con un dirigismo ideológico producto de una conspiración del capital. El problema que enfrentamos en la prensa puertorriqueña hoy día, al igual que muchos otros sectores profesionales, es uno de pobre formación académica, un bajo nivel intelectual de muchos comunicadores y, por ende, una desconexión con los problemas y las necesidades reales del país. Eso conduce a la ausencia de una máxima del periodismo, aquí y en la cochinchina, que es el de querer un mejor país y de ser solidario con las causas sociales justas, aunque ello no produzca titulares estridentes o exclusivas rimbombantes. Ojo, no me estoy pintando el más puro de los puritanos. Lo planteo porque también he cometido errores que me permiten reconocer mi entorno profesional y sus deficiencias.

En casi 20 años en los medios, nunca he sentido presión para reportar de manera distinta un suceso noticioso que se me haya asignado. Las críticas que han surgido de mis supervisores las he discutido, debatido y prevalece siempre el trabajo periodístico.

Tampoco niego que puedan existir agendas ideológicas de ciertos medios al momento de decidir qué cubrir y qué no. O que censuren internamente el trabajo de algún reportero. Pero mi experiencia y la que escucho de los compañeros periodistas me dice que no es la norma.

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Los periodistas, en general, somos obreros, asalariados, que sentimos y padecemos. Hay buenos, hay mediocres y hay malos. Algunos tan malos que creo que se les debe prohibir tener acceso a un medio.

Lamentablemente, en Puerto Rico, dado nuestro ordenamiento legal, son las empresas mediáticas las que otorgan el título de “periodista” al momento de efectuar una contratación, algunas acertadas y otras no. En nuestro país no hay, ni creo que habrá, un Colegio de Periodistas que pueda intervenir en ese proceso, como ocurre en otras profesiones, tales como la medicina y la abogacía, para mantener unos estándares.

Digo todo esto para advertir que descartar a un periodista bajo el único argumento de que trabaja para un medio “corporativo” es igual que menospreciar a un manifestante porque usa una capucha. El discurso es tan retrógado como el que se lanza contra el polo opuesto.

Soy periodista y someto mi trabajo al juicio público todos los días. Salgo a la calle a trabajar todos los días totalmente divorciado del modelo empresarial bajo el cual está estructurado mi patrono. Salgo a observar eventos, reportarlos, descubrir, investigar, indagar, informar y, por ende, educar.

Los demás colegas deben hacer lo mismo. Y, aunque un problema en la formación intelectual de un ciudadano tiene numerosas variables, termino diciéndoles a las escuelas de periodismo de nuestras universidades que se pongan para su número. Los estereotipos negativos con los que tenemos que cargar los periodistas activos todos los días en la calle es gran parte culpa de ustedes.

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