Todo el que ha pasado por un rompimiento amoroso, deseado o no deseado, sabe que el proceso es uno de adaptación a una nueva realidad. Pero pocas personas han descrito esa experiencia tan elocuentemente como Katherine Woodward en su libro “Conscious uncoupling” o “Separación consciente”.
“Nos guste o no, cuando terminamos una relación de pareja, vivimos como varados entre mundos. Ya no eres la persona que una vez fuiste, y tampoco la persona en quien te vas a convertir.” Palabras con luz.
PUBLICIDAD
Hay relaciones que aún cuando no fueron del todo felices, se nos hace muy difícil soltar. Aún cuando ya hemos logrado transformar lo que sentíamos por esa persona, muchas veces los cuestionamientos acerca de lo que pudo haber sido y no fue se confunden con emociones tóxicas e irracionales y el sentido de pérdida que permanece. El gran reto yace en qué hacer con todo eso.
A pesar de que han transcurrido casi dos años y medio de mi separación luego de una relación de quince años, leyendo este libro me doy cuenta que todavía me faltan muchas cosas por sanar. (Gracias, Sandy, por el regalo) Admito que una de ellas es la sensación de haber perdido el tiempo intentando salvar algo que en realidad hacía mucho que había muerto. Al leer las palabras de la autora, reconozco que para sanar tengo que soltar aquella persona que fui y la que intentó o dejó de hacer, para enfocarme en la nueva mujer que estoy construyendo.
Y esa nueva mujer se construye haciéndose las siguientes preguntas: “¿Quiero perdonar o resentir?” “¿Cómo he crecido en el proceso?” y “¿Cómo puedo convertir esta experiencia en una que me haga un ser más compasivo y empático?”.
Eso lo que me voy a cuestionar cada vez que esa mente, esa “loquita de arriba,” quiera llevarme hacia atrás y hacerme retroceder emocionalmente. Las experiencias vividas, positivas o negativas, siempre nos van a marcar, es inevitable. Lo que sí podemos evitar es que aquellas que fueron dolorosas nos definan. Te invito a empezar a escoger aquello que te va a definir.