Estamos a poco más de dos meses para el próximo plebiscito de estatus, y, si fuera a hacer una proyección de los resultados, diría que la estadidad ganará cómodamente. El comienzo de la campaña anexionista anunciada esta semana por el PNP y la actitud del PPD de seguir deshojando margaritas provocarán el resultado mencionado, a menos que ocurran unos eventos que, me imagino, son a los que está apostando Héctor Ferrer.
Los partidos Nuevo Progresista e Independentista Puertorriqueño ya han iniciado sus mensajes públicos. Mientras, el centro ideológico organizado, presumiblemente en su mayoría bajo la insignia de la pava, se está dvidiendo dramáticamente. Unos se han alineado a la izquierda —como Manuel Natal, Cirilo Tirado y Charlie Hernández— y otros se mantienen al centro, “resistiendo” un empujoncito hacia la estadidad, como José Rafael Nadal, Armando Valdés, Pablo José Hernández y Héctor Luis Acevedo. Estos últimos anunciaron ayer un nuevo movimiento al que bautizaron Resistencia Autonomista, que reclama no estar representado en la papeleta del 11 de junio. En el caso de los soberanistas, Natal parece ser la figura central, al juntarse para una cruzada por el país con la independiente Alexandra Lúgaro y el pipiolo Juan Dalmau.
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La celebración ahora de un plebiscito es una movida astuta por parte del gobernador Rosselló. Ellos deben saber que, después de este primer periodo de su administración, el panorama se complicaría con la situación fiscal y los ciudadanos estarían más propensos a emitir un voto de castigo en cualquier evento electoral. En cambio, ahora el Gobierno luce en control manejando los problemas con los que se ha encontrado, y la mente del elector estaría menos contaminada al momento de emitir su voto. Sabe, además, la administración Rosselló que el PPD es un partido que está golpeado por el resultado electoral, típicamente difícil de reunificar y en materia ideológica es una bomba de tiempo. Y para el PPD esa bomba de tiempo llegó.
Aunque muchos critican a Ferrer por aplazar hasta el 23 de abril la asamblea general en la que “decidirán” cómo actuarán en el plebiscito, es obvio que él está apostando a que el secretario del Departamento de Justicia de Estados Unidos emita una opinión desfavorable al plebiscito. El secretario federal tiene hasta el 16 de abril para anunciar si la consulta será vinculante a Washington, pues así lo dispone la resolución que aprobó el presidente Obama al momento de asignar fondos federales para la realización de esta. Justicia federal tendrá que avalar las opciones de estatus que están en la papeleta como condición para soltar los $2.5 millones de dólares que podrían usarse solo para propósitos educativos institucionales. Aquí se ha interpretado esa opinión de Justicia, si surge, como una expresión oficial o un compromiso de Estados Unidos con la fórmula que resulte ganadora. Otros piensan que no necesariamente es así, pues un cambio de estatus para Puerto Rico no solo requeriría una expresión del ejecutivo federal, sino que del Congreso de Estados Unidos, y, si fuera hacia la estadidad, de las Legislaturas estatales de los 50 estados de la unión.
Si Ferrer recibe como salvación divina la opinión del secretario Sessions en contra del plebiscito de Rosselló, tendría una buena base para pedir un boicot. Entonces estaríamos ante un escenario similar al ocurrido en 1998, cuando ganó la columna “ninguna de las anteriores”. Si la opinión del secretario es a favor o incluso de guardar silencio, la asamblea del 23 se convertirá en un tostón para Ferrer, anticipándose un free for all en la Pava. Y ello tendría consecuencias devastadoras no solo para el autonomismo, sino para el PPD de cara a las próximas elecciones generales.
Rosselló también se la está jugando fría, porque —aunque ha dicho que el plebiscito va con o sin aval de Washington— una opinión negativa de Sessions, y aun venciendo la estadidad, le obligaría a recurrir a mecanismos más dramáticos para adelantar la anexión en momentos en que el Congreso solo mira a Puerto Rico y ve un letrero de “bancarrota”. Rosselló también se arriesga si eventualmente el Partido Popular pasa por un proceso de exorcismo, aboga por un voto en la columna de la soberanía y llama a derrotar la estadidad. Con la situación en la que se encuentra la isla, teniendo los ojos del mundo con cierta atención hacia acá, un triunfo de la soberanía llevaría al movimiento estadoísta a retroceder cien años luz y a Washington encontrar una buena estrategia de salida.
Pero todos estos son supuestos que se decidirán en las próximas semanas. Si el plebiscito fuera hoy, gana la estadidad.