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Un día en el paro de la UPR

Lea la columna de opinión de Lyanne Mélendez.

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Una larga línea de autos estacionados se extendía por casi la mitad de la avenida Gándara, carretera que divide —o une— el casco de Río Piedras con el recinto más grande de la universidad del Estado. Eran las 6:30 a. m. del antepenúltimo día de marzo y apenas se escuchaba una que otra bocina. Aunque ya había más de medio centenar de personas, el ambiente era calmado en el portón que da acceso a la Facultad de Bellas Artes. Tapado con barricadas de pupitres, maderas y metales, era imposible que alguien pensara acceder al campus, salvo estudiantes que llegaban a repartir comida o apoyar la manifestación. Antes de entrar, dos jóvenes mostraron sus identificaciones a un encapuchado, quien contempló las fotos que les tomaron de “prepas” para el artefacto plástico que tiene el gallito y el número de estudiante.

“Hay piquete frente a la entrada de la Torre”, dijeron. Así que todos los colegas nos movimos hasta allá. Haciendo un leve recorrido por otros portones, el ambiente era similar. Un grupo —algunos tapados y otros descubiertos— permanecía detrás de los barrotes de cada entrada. Nadie, a menos que fuera a respaldar el paro, se atrevía a entrar.

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Al llegar, me convencí de que, si, en efecto, ninguna persona había intentado entrar por otro portón, menos lo harían por el que decenas de ataviados con creativas camisetas y sus rostros pintados caminaban gritando consignas con la Torre de fondo. El portón tenía barricadas y una monoestrellada de franjas negras cubría el centro. Allí no entraba nadie, ni siquiera el profesor James Conlan, quien encabezó la oposición a la huelga de 2010, porque mientras ayer repartía hojas sueltas por los alrededores fue sacado por estudiantes y docentes. Pero me equivoqué. Poco después de que terminaran de entonar “cerrar para abrir, cerrar pa construir”, una joven protagonizó un altercado al intentar entrar. Anamar Menéndez aseguró que llegó a “constatar si yo no tengo clases”, cosa que era obvia para quien viera lo que allí acontecía.

Las garatas no se detuvieron, pues, justo al mediodía y bajo un arbolito para taparse del candente sol cerca de la residencia estudiantil que colinda con la avenida Universidad, dos estudiantes en contra de la huelga, Bryan Díaz y Alejandro Caminero, ofrecían una conferencia de prensa cuando fueron interceptados por un grupo de manifestantes que le gritaban “macharrán” a uno de ellos y le cuestionaron un supuesto incidente de violencia doméstica. Lo comparaban con el alcalde Héctor O’Neill. La contienda se extendió por más de media hora. En el ínterin, supimos que las controversias no ocurrían solo allí, pues en el Jardín Botánico el Negociado de Investigaciones Especiales allanaba oficinas de la UPR por el escándalo de las becas presidenciales. Todo esto mientras se realizaba el segundo piquete. La misma imagen que la de por la mañana, solo que con más personas; entre ellos no podían faltar Carmen Yulín Cruz Soto y Rafael Bernabe.

Al filo de la tarde, terminó la manifestación mientras el sol se escondió un poco entre las nubes, lo que me hizo recordar el momento más apacible del día, cuando el elenco de la obra Érase una isla entonó frente al portón una emotiva canción mientras amarraban sus manos en una cadena humana. Así nos recordaban que la lucha se da en la unidad.

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