No es un secreto a voces que las mujeres en el periodismo han tenido menos oportunidades en términos de desempeño en los medios de comunicación. Me refiero a la desigualdad que golpea cada una de las empresas que prefieren hombres para ocupar puestos por los supuestos retos físicos y la peligrosidad que conlleva el desempeño de X puesto, un planteamiento profundamente estereotipado y lleno de prejuicios. Sin embargo, las mujeres periodistas hemos demostrado que, aunque la lucha parece eterna, estamos más que dispuestas a posicionarnos en un mercado donde los grandes intereses parecerían ganarle a la dignidad. Pero sabemos decir basta a tiempo y enfrentarnos al gran reto que representa en los medios de comunicación la inclusión y la pluralidad. ¿Cómo se puede hablar de cambio social si no promovemos la igualdad y la diversidad?
Los medios de comunicación deberían ser el promotor de las ideologías de los pueblos. Sabemos que no es así por la falta de garras para defender la función social que nos ocupa y que precisamente ocasionaría ese cambio. A pesar de ello, miles de mujeres periodistas se levantan cada mañana con el compromiso de cambiar este mundo egoísta y perverso por la corrupción de los gobiernos. Es lamentable que por decir la verdad continúen asesinando periodistas. Miroslava Breach es una de las tres periodistas ejecutadas en la última semana en México. Ya van 103 comunicadores asesinados en México desde el 2000. Breach trabajaba en un periódico de Ciudad Juárez, uno de los lugares más peligrosos del mundo para ejercer la profesión. Cabe señalar que el lugar nunca ha sido factor para abandonar el ejercicio de la profesión de los periodistas asignados a ese lugar. De otro modo, usted ni yo estaríamos enterados de los acontecimientos mundiales que entristecen o que llenan de alegría. Breach era una periodista muy conocida y arriesgada con más de 20 años de experiencia. Se especializaba en las noticias de fuerte contenido. A alguien no le gustó lo que destapó y la mandaron a silenciar. De hecho, se encontró una nota en el lugar del asesinato que decía: “Por lenguona. Sigue tu gobernador. El 80”. De acuerdo con el periódico La Jornada, donde la periodista trabajaba, “El 80” es el alias de Carlos Arturo Quintana, uno de los principales operadores del grupo delictivo La Línea, considerado el brazo armado del cartel de Juárez. A los periodistas nos consterna está situación que atenta contra la libertad de prensa. Cada una de las notas periodísticas de Breach buscaba denunciar la delincuencia y la corrupción en una ciudad donde se necesitan reformas sociales urgentes. Promover el cambio le costó la vida.
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Hay que entender que, cuando se denuncian casos de esa naturaleza, lo que implica verdaderamente es darle voz a los ciudadanos que merecen una mejor calidad de vida. Sin duda, vigilando el poder y sus abusos se coloca un granito de arena en esta empinada lucha de reforzar los valores y los derechos de los ciudadanos. Lo más cómodo sería hacer periodismo apartado, pero eso no es periodismo. Breach tenía que salir e ir al campo a investigar, a entrevistar, a recopilar documentos y evidencia para poder escribir con credibilidad y fuentes.
Nunca se ocultó, aunque sus allegados aseguran que sospechaba que la seguían. Ese no puede ser el precio por escribir la verdad. En nuestra coyuntura social y política también hay presiones. Recientemente, tres periodistas de nuestro ámbito —entre estos, una mujer periodista— recibieron amenazas simplemente por informar. Puedo asegurar que ninguno se amilana ni intimida por presiones, pues no han sido los primeros ni serán los últimos en percibir el odio de la gente que no quiere que se sepa la verdad. Acostumbradas a vencer todo tipo de obstáculo, estoy segura de que defenderán su espacio informativo. Su norte es la función social que tienen los medios de comunicación. El periodismo necesita mujeres arriesgadas con vocación que no permitan que silencien su deber.