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Cuando el pueblo habla

Lea la columna de opinión de William Villafañe.

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El pasado siempre es aleccionador. De sus protagonistas podemos tomar aquello que nos corresponde emular y lo que debemos dejar atrás. En Puerto Rico, sin duda, recordamos la famosa y acertada frase del entonces recién electo gobernador de Puerto Rico, cuando expresó que el pueblo había hablado y él obedecía.  A diferencia de los que veinte años más tarde gritaban: “Habla, Pueblo, habla”, en la década del 90 sí se cumplían las promesas de campaña y los reclamos de nuestra gente en las urnas se tradujeron en obras de bienestar y progreso para todos y todas.     

Nuestra gente reconoce al que “promete y cumple” y lo diferencia de quienes buscan apelar a los sentimientos encontrados de un pueblo que ya no tolera los estilos de la sinrazón.  Por lo mismo, existen claras distinciones entre la presente administración y la oposición. La primera está claramente definida, tiene una ruta trazada y comunicada, y cuenta con un plan para Puerto Rico, que ha demostrado estar cumpliendo al pie de la letra.  Los que dicen representar la segunda se aferran a discursos obsoletos y se convierten en “opuestos a todo”, sin considerar cómo sus expresiones y posturas acomodaticias pueden afectar negativamente el futuro de la isla. Ejemplo de esto es la reciente alianza entre representantes del inmovilismo con el movimiento independentista para promover un voto “en contra de la estadidad” en el plebiscito que se avecina.  Sepan quienes piensan que dicha consulta es un referéndum de popularidad que se equivocan y que quienes lo repiten para beneficio propio intentan engañar una vez más a su pueblo.

El 11 de junio de 2017, Puerto Rico decidirá el rumbo que ha de tomar su relación con los Estados Unidos de América. Podrá elegir entre dos opciones reales: la estadidad o la independencia.  La primera, con todas las garantías, deberes, obligaciones y privilegios que conlleva ser ciudadano americano en un estado de la nación.  La segunda, con todo lo que conlleva convertirse en un país independiente.  Ambas opciones son igualmente dignas.  Ambas descolonizadoras.  La que prevalezca y reciba el favor de nuestro pueblo, una vez certificada por la Comisión Estatal de Elecciones, se convertirá en petición formal al Congreso de Estados Unidos y norte de la presente administración en términos de la promesa de solucionar, de una vez y por todas, el centenario problema colonial de nuestro terruño.

Desde que Puerto Rico intentó por vez primera presentar su reclamo de autodeterminación en 1809 ante las Cortes españolas, no ha existido momento histórico y democrático más importante que el que se nos presentará el 11 de junio para enviar un mensaje fuerte y claro sobre la futura condición política de nuestro pueblo.  En nuestras manos está escoger, de una vez y por todas, la ruta a seguir.  Bien lo decía don José Celso Barbosa, “buscamos el bien de la patria por distinto camino, pero con igual patriotismo”. Vamos adelante hacia la unión permanente o hacia la separación.  Quien te diga que tú participación y determinación no son vinculantes, ¡miente! Quien te pida que ejerzas un voto de castigo o por afiliación partidista, ¡te engaña! Vota con tu conciencia.  El momento de nuestra ulterior definición está cerca.

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