Esperando ayer en el aeropuerto Kennedy de Nueva York por el vuelo que finalmente me traería de regreso tras la nevada que lo dislocó todo, reflexionaba sobre lo que han significado estos pasados días para Puerto Rico. El plan de la Junta, el triunfo deportivo y el comienzo de la campaña plebiscitaria. Esto último, incidiendo en los otros dos eventos.
Llegué el domingo a Nueva York cargando el pesimismo inmenso que se me transmitía desde la isla ante el esperado golpe de la Junta federal. No era un viaje de trabajo que daba tanta satisfacción. Aunque se trataba de un evento histórico, lo que de por sí se hace atractivo para cualquier periodista, era consciente de que sería uno de los transmisores del más dramático acto de fracaso para nuestro país desde la aprobación de la Ley federal PROMESA.
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Esa noche del domingo nos recibió en el hotel un joven de nombre Iván. Él rápidamente supo de dónde veníamos y poco después supimos que era dominicano. Tras el papeleo del check in, mientras el fotoperiodista y yo caminábamos al elevador que nos llevaría a nuestro cuarto, nos gritó: “Hey, Puerto Rico, you’re doing it!”. Lo miramos y sonreímos. Ciertamente, no hablaba de la Junta, sino del avances de los peloteros boricuas en el Clásico Mundial.
El lunes pues pasó lo que pasó. El cantazo no vino como se esperaba. El Gobierno de Rosselló logró convencer a la Junta antes de la reunión pública para que le dieran un break y no poner en vigor las medidas más visibles de recortes, como lo suponía una reducción en la jornada laboral.
No solo el gobernador Ricardo Rosselló ganó este round al detener, por el momento, las medidas radicales que están sobre la mesa, sino que fortaleció su imagen pública y de poder político dentro del Gobierno y su partido.
Así lo proyectó en el mensaje que dio más tarde ese día en La Fortaleza, aglutinando a sus espaldas todos los componentes del Gobierno. Rosselló consolidó su figura de cara a las próximas decisiones de la Junta, la puesta en vigor de su política pública ante la Rama Legislativa y la contienda plebiscitaria próxima.
El martes, mientras intentábamos superar la cancelación de nuestro vuelo por culpa de la tormenta invernal, en un restaurante del distrito financiero, la mesera nos preguntó de dónde éramos. Supongo que el nivel de ruido, muy por encima del promedio en el lugar, le invitó a averiguar. Al escuchar la contestación, la joven, que resultó ser siciliana, no mayor de 30 años, nos confesó que su papá es fanático de la música de Héctor Lavoe y la Fania All-Stars. Ahí comenzó una conversación en la que ella —pronunciando con dificultad los nombres de nuestros más famosos salseros— demostró conocer más detalles que los que nos imaginábamos sobre nuestra cultura popular.
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Fueron Iván el lunes y la italiana el martes los que me ayudaron a amortiguar la vergüenza que sentía, como debe sentir todo puertorriqueño, ante lo que ocurre con un organismo ajeno a nuestra realidad (más bien ilusión) democrática que dictamina el proceder de nuestro gobierno por la incapacidad que hemos tenido por décadas para así hacerlo. Y es que, aunque eventos como el éxito de #LosNuestros parecerían pasajeros y livianos, son fundamentales al momento de fortalecer la identidad nacional en momentos de crisis. Y será ese orgullo, y, por consiguiente, una alta autoestima colectiva, la que nos permitirá tener sentido de propiedad y responsabilidad sobre el terruño que vivimos, propiciando que tomemos las decisiones correctas de ahora en adelante y asumamos el control de nuestros aparatos públicos. Solo así podremos celebrar más adelante, otros triunfos de #LosNuestros sin una espinita molestosa que siempre está ahí.
Bueno, ya de regreso a seguir cubriendo y celebrando la cotidianidad.