Hace poco me encontré con un joven que se me identificó como PNP. Hablamos brevemente, muy cordialmente de paso, sobre la actualidad del país. Qué bueno es eso; poder debatir e intercambiar ideas con alguien con quien uno no comulga políticamente, sin caer en los ataques personales que nos sentimos en tanta libertad de propinar en el anonimato de los medios sociales.
Me dijo ese compatriota, quien espero me lea al menos en esta ocasión, que él no era tan estadista, pero que sentía que la situación en Puerto Rico tenía que cambiar. En otras palabras, su apoyo por esa fórmula de estatus se reduce a un interés por ver algo distinto, por ver movimiento.
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Me quedé pensando en esa observación. Lamentablemente, el PPD se ve como una institución conservadora, en el sentido más tradicional de ese vocablo: que quiere conservar la situación actual. Esa proyección tiene mucho que ver con el contexto del debate político en Puerto Rico, ya que las diferencias ideológicas más pronunciadas se reducen al tema del estatus. Si debatiéramos más sobre políticas económicas y sociales, sobre la expansión de los derechos civiles y otros temas que aglutinan a los partidos en el resto del mundo, el PPD sin duda sería el partido liberal frente al conservadurismo del PNP.
No siendo ese el caso, el PPD es visto como el partido del statu quo, del inmovilismo. Y eso, sin duda, tiene que cambiar. El PPD tiene que reinventarse, tomar la iniciativa, tener coraje y dejar atrás la cobardía política. Eso comienza replanteándolo todo.
Tenemos que replantear cómo enfrentamos el anexionismo. El joven que se me acercó cree que la estadidad es igual al cambio porque se ha convencido de que es posible su obtención. De ahí que tenemos que atacar ese ideal sin misericordia alguna. El anexionismo, lejos de ser una fórmula de futuro, ha sido la quimera que nos ha anclado al pasado. Siempre que una proporción tan alta de nuestra población la vea como accesible, se hará imposible el que logremos adelantar alternativas realistas y alcanzables de cambio.
Tenemos que replantearnos nuestros acercamientos a los debates plebiscitarios. Tenemos que demostrar arrojo y valentía. No podemos cogerle miedo a perder.
Tenemos que replantearnos el futuro. El PPD puede ser el partido de la innovación. Si lo que se procura es el cambio, el PPD puede innovar en cuanto al estatus, el desarrollo de nuestra economía, la situación fiscal y nuestros derechos ciudadanos.
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El PPD es y puede ser el partido de los cambios que hacen falta para, dentro de la relación actual con EE. UU., o dentro de una relación distinta que resguarde nuestros valores autonómicos y democráticos, echar a andar nuevamente nuestro país, un proyecto nacional y la reafirmación de nuestra cultura.
Pero hacen falta cambios. Y, sin duda, el estatus tiene que cambiar. No por un capricho, sino porque la violación al pacto, que representa la imposición de la Junta de Control Fiscal, es una afrenta inaceptable a nuestro sentido de justicia. El PPD tiene que levantarse y reclamar la dignidad del puertorriqueño y repetir la hazaña de 1952 de lograr una negociación de iguales entre el más pequeño de los pueblos del hemisferio y la gran unión americana.
En fin, como me dijera mi amigo PNP, canalizando esa famosa campaña de don Luis A. Ferré, “esto tiene que cambiar”. Y el cambio tiene que comenzar por la casa del pueblo puertorriqueño en el Partido Popular Democrático.