El político no solo debe ser honesto, también debe aparentarlo. Tras una escandalosa transacción monetaria por un caso de hostigamiento sexual y varios días de silencio, el alcalde de Guaynabo, Héctor Oneill, se dirigió a los medios de comunicación y al país para decir que pagó casi medio millón de dólares a dos empleados municipales por hacer nada, o sea, que una mañana se levantó más dadivoso que Mr. Cash y decidió regalar esa fuerte suma de su dinero. Su versión de que accedió a regalar casi medio millón de dólares es algo poco o nada creíble. Cuando hablo de que “regala”, lo hago basado en que el alcalde asegura no hizo nada, y, si no hizo nada, pues regaló casi medio millón de dólares.
Aunque en política cualquier cosa puede suceder, sospecho este es el principio del fin de Héctor O’Neill como el alcalde de Guaynabo y como uno de los más poderosos del Partido Nuevo Progresista (PNP).
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En lugar de dar explicaciones que no dejaran ninguna duda sobre su integridad, O’Neill se limitó a decir que ha sido un matatán como alcalde y que por eso los guaynabeños lo han elegido, que no reconoce haber cometido acto ilegal, que pagó el dinero de sus ahorritos, que es un asunto privado y que seguirá como alcalde, dejando entrever que no renunciará. Eso estará por verse, luego que el gobernador Ricardo Rosselló le solicitara la renuncia a la alcaldía y a sus puestos políticos. Contrario a lo que indica O’Neill, el que haya utilizado dinero privado no hace la controversia privada, ya que esta se basa en alegaciones sobre su desempeño como funcionario público y en instalaciones públicas.
El 30 de junio de 2016, la empleada municipal sometió una querella juramentada en la División Antidiscrimen del Departamento del Trabajo federal en la que hace fuertes declaraciones: “El alcalde, un hombre casado, me empezó a hacer acercamientos que no estaban motivados por una amistad, sino por sus deseos de sostener relaciones sexuales conmigo… En ocasiones en que yo no quería sostener relaciones sexuales, el alcalde utilizó fuerza para violarme…”, alega la querellante, entre otras cosas. Muy fuerte la alegación.
“Puede haber muchas alegaciones. Lo único que te puedo decir es que todo proceso de alegaciones conlleva un proceso legal. Tiene que dejar, si es que hay alegaciones, o sujetas alegaciones, no puedo contestar… En el proceso de insinuaciones que se puedan hacer, no puedo contestarlas”, dijo O’Neill en octubre pasado a la periodista Ivette Sosa (Telenoticias), quien insistió en que contestara, pero el alcalde se negó argumentando que los abogados le ordenaron no hacer expresiones. El alcalde pudo haber dicho en ese momento que las imputaciones que le hacían eran totalmente falsas, que lo probaría más allá de toda duda, e incluso que tomaría acción legal por difamación y libelo. Sin embargo, no lo hizo.
En la parte política, O’Neill se puso en camisa de once varas con el gobernador Rosselló. El primer mandatario dijo el fin de semana que había intentado comunicarse con el alcalde para hablar sobre esta situación, pero que este no le había contestado sus llamadas. La respuesta de O’Neill dejó a medio país con la quijada en el suelo. Trató al gobernador de Puerto Rico como un idiota sin importancia, al decir que no pudo contestarle porque estaba cocinando patitas de cerdo en un festival. What? El mensaje fue que unas patitas de cerdo tienen más importancia para él que el goberndor Rosselló. Ahí usted comprende el poder político que el alcalde entiende posee. Rosselló le devolvió la pedrá solicitándole la renuncia a todo.
También solicitó a la secretaria de Justicia, Wanda Vázquez, que inicie una investigación. Esta también ha salido mal parada en este caso al tambalear en un principio, indicando que no podía investigar porque no encontró ninguna querella radicada en su agencia. ¿Qué le dirá al gobernador ahora? ¿Que no puede porque no encuentra la querella?
El fin de Héctor O’Neill como alcalde parece acercarse. Dudo que el poder que le da la alcaldía guaynabeña sea mayor al de un gobernador con recursos ilimitados, y no creo que Rosselló vaya a sacar pecho e’ paloma ahora para luego quedar como un insignificante líder gubernamental menos importante que unas patitas de cerdo.
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Ya veo al senador Carmelo Ríos, al representante Antonio “Tony” Soto y al exrepresentante Ángel Pérez locos por sentarse en la silla, porque nadie de apellido O’Neill será el sucesor. Si no se pudo realizar una sucesión familiar teniendo todo el poder, menos podrán ahora.