Más que mis días de orientación al ser aceptado en “El Colegio,” recuerdo mis acostumbradas caminatas como “prepa” hasta “Generales,” como se le conoce al Edificio Chardón. El comienzo de la vida universitaria y lo que conlleva cada una de sus subsecuentes etapas son experiencias de vida que nos acompañan para siempre. Hubiéramos o no estado activos en organizaciones estudiantiles, fuimos expuestos a distintas filosofías y escuelas de pensamiento que hoy nos permiten observar y analizar nuestro entorno desde otra perspectiva.
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Parafraseando a Pitágoras, fuimos educados de manera que pudiéramos “templar el alma para las dificultades de la vida”. Debido a ello, participamos hoy de forma integral en el análisis y búsqueda de alternativas ante lo que nos depara el futuro; ese que juega a ser más incierto y requerir más empeño que “en aquellos tiempos”.
La Universidad fue buena maestra. No solo forjó el intelecto, más aún me demostró que tus creencias no son de todos y que siempre encontrarás un sitio donde las probará la incomodidad. De igual modo, aprendí que el éxito no es éxito si llegas por la vía fácil.
Por todo ello, respeto la expresión de miembros de la comunidad universitaria, en especial los estudiantes (que son víctimas de la imprudencia gerencial). En estos días me comunicaban que algunos estudiantes decían cosas de mí por el llamado a que la administración asuma un rol responsable.
Mi respuesta es que debemos procurarles el mayor espacio posible para que manifiesten su sentir. Podemos ver en muchos de ellos la pasión y el entusiasmo que también caracterizaba a los integrantes de organizaciones que, de una u otra forma, aún subsisten en cada “alma mater”.
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A final de cuentas, también “me dejé sentir” entonces. Ahora me toca escuchar, reflexionar, comunicar, persuadir, aguantar y trabajar. De ahí lo enriquecedor y grato de cada diálogo sostenido con algunos de sus miembros. Conversaciones que me convencen de que cuentan con la capacidad para encarrilar la institución que tanto aman.
Una vez alguien quiso pasarse de listo y retar al sabio. Tomó, el osado, una avecilla entre sus manos, le escondió de la vista del sabio, mientras le preguntaba si la misma estaba viva o muerta.
Sabiendo el veterano la encrucijada, le respondió: “la respuesta está en tus manos”. No voy a discutir aquí los esgrimido públicamente a la saciedad. Pero sí recabaré en la respuesta del sabio, ante el cuestionamiento de qué pasará con la Universidad.
A veces toca empezar de nuevo. Algún buen maestro o profesor me lo enseñó. Quizás, hasta sin querer. Tomar una nueva dirección es esencial para salvaguardar la educación y salud de nuestro Pueblo, sin despedir servidores públicos ni contraer dramáticamente los beneficios destinados a nuestros pensionados. No “cuadraremos la caja” a expensas de nuestro futuro.
Como egresado, comprendo que un sinnúmero estudiantes manifiesten sus inquietudes al unísono. Nuestra administración está dispuesta y disponible para trabajar con la Universidad de Puerto Rico en este enorme reto.