Análisis Social

¿Derechos civiles coloniales?

Lea la columna de Hiram Guadalupe.

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Para defender y perpetuar la colonia, el Partido Popular Democrático (PPD) delinea como nueva estrategia recurrir al Tribunal federal para impugnar la ley del plebiscito aprobada por el actual gobierno y en la que se dispone una consulta de estatus solo entre fórmulas descolonizadoras avaladas por el derecho internacional.

Es decir, en el referéndum que tendrá lugar el próximo mes de junio los ciudadanos puertorriqueños no encontrarán en la papeleta la opción del Estado Libre Asociado (ELA). La razón es obvia. No se puede pretender impulsar un proceso de descolonización incluyendo la colonia como alternativa.

Ese hecho ha sobresaltado al liderato popular, quienes en su eterna indefinición en el tema del estatus están conscientes de que se encuentran ante el umbral de su descomposición como colectividad política.

El liderato pepedé también ha anunciado que impugnará el plebiscito ante el Departamento de Justicia de Estados Unidos y que buscará aliados entre políticos “amigos” de ese país para detener o invalidar la consulta.

Lo más interesante de la estrategia de esa colectividad es el anuncio de que se enfrentan a un proceso político que, dicen, viola sus derechos civiles. O sea, para ellos la colonia es un derecho que tienen que defender ante el amo colonial. Absurdo. Nadie, en la historia de la humanidad, se imaginaría a un esclavo clamar por su derecho a la esclavitud y luchar contra su libertad.

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Pero esas son las cosas que pasan entre colonialistas del PPD. Más aún, para acrecentar el espíritu dócil y sometido que le ha caracterizado, van ante las autoridades estadounidenses en la capital federal a buscar auxilio y en espera de que emitan una orden que, más allá de invalidar la consulta plebiscitaria de junio, regañen al liderato local por tal afrenta.

Lo más terrible de la dirigencia pepedé es su insistencia en mantener una relación de amorío sin derechos con Estados Unidos, para lo que se inventan opciones como el ELA Mejorado o Desarrollado, justo cuando las autoridades legislativas, judiciales y del Ejecutivo han sido categóricas en admitir el carácter colonial de Puerto Rico.

Pero así son los signos del colonizado. Sorprende, además, que en la segunda década del siglo XXI exista una fuerza política en Puerto Rico que plantee y defienda la permanencia de coloniaje. Choca también que haya un liderato que, con el rabo entre las piernas, reclame su deseo de mantener una relación política de subordinación por consentimiento.

Ya comenzamos a escuchar los cabecillas de ese partido en su hazaña de recurrir a lanzar miedos contra las opciones de soberanía, sea esta la independencia o la libre asociación, así como contra la anexión, a la vez que se amparan en un vacuo discurso puertorriqueñista con el que pretenden evadir el reto de asumir una definición clara sobre qué alternativa de estatus verdaderamente descolonizadora defienden e impulsan.

Pero los pepedés no son los únicos que enfrentan un escenario complejo ante un plan de descolonización. El liderato del Partido Nuevo Progresista también está ante un gran desafío porque, a todas luces, son mínimas o nulas las probabilidades de que el Congreso federal se incline a favorecer la opción de la anexión.

En esa dirección resulta interesante y provocadora la propuesta que ha lanzado el congresista puertorriqueño Luis Gutiérrez emplazando al Poder Legislativo estadounidense a pronunciarse sobre el estatus de la isla y en la que se enfatizan la independencia y la libre asociación como alternativas de soberanía nacional que representan la verdadera opción descolonizadora.

El proyecto de Gutiérrez reconoce que la condición territorial de la isla constituye un estatus insostenible de subordinación política y que la anexión como un estado sería perjudicial para ambos países.

Propone, además, que el Congreso debe disponer del territorio y viabilizar el proceso para reconocerlo como una nación soberana desde la cual se pueda armar un proceso de transición hacia la independencia o la libre asociación.

Lo interesante de esa medida es que confronta a los congresistas federales y los fuerza a pronunciarse en torno a la anexión. Ya veremos sus reacciones y anticipamos que los anexionistas terminarán devastados.

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