El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no necesita de la prensa, a juzgar por el desprecio que se escucha de su boca cada vez que se refiere a esta. Por lo menos él piensa que no la ha necesitado para el éxito de su emporio privado. Pero ahora es distinto. Vive rodeado de prensa y en la Casa Blanca hay decenas de periodistas registrados.
Incluso viajan con el presidente de turno. Se supone que todos los días el mandatario o el portavoz atienda las peticiones de entrevista o se dirija a ellos en la Casa Blanca. Sin embargo, tamaña sorpresa se llevaron los periodistas asignados a la Casa Blanca cuando este fin de semana el flamante portavoz Sean Spicer en su primera comparecencia se dedicó a criticar a los medios de comunicación. Parecía un mensaje de encargo y no de inteligencia. Un portavoz que quiere respeto no procura enemistarse con los periodistas y los medios de comunicación por el mero hecho de que no dicen lo que él quiere. Tal parece que serán cuatro años de ataques frontales, pues los periodistas han decidido no quedarse callados. Cabe señalar que el periodista que ha cometido un error se ha disculpado, como, por ejemplo, Zeke Miller, de Time, quien aseguró que se había retirado el busto de Martin Luther King del Despacho Oval cuando en realidad lo habían colocado en otra repisa.
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No es propio para la libertad de expresión y de prensa andar enemistados, porque al final el pueblo se afecta. Pero el asunto es que Spicer la ha emprendido contra los medios que han comparado la toma de posesión de Trump con la de Obama. ¿Acaso no es obvio que se compare?
Sin duda, el nuevo presidente no les cae bien a los medios de comunicación, pero tampoco concilia. Para colmo, la consejera del presidente Trump, Kellyanne Conway, al tratar de poner punto final a la controversia, realizó una absurda defensa de las declaraciones de Spencer, calificándolas de “hechos alternativos”. ¿A qué se refiere Conway? Los hechos son acontecimientos. Si se le añade la palabra alternativos, significa que esos sucesos pueden variar o alternar. Dicho de otra manera, son falsedades, tal como lo aseguró el periodista de política Chuck Todd cuando enfrentó a Conway con su parafraseo. Pareciera como si el equipo de Trump no anticipara respuestas o reacciones públicas a los comentarios desacertados. Un buen equipo de comunicaciones debería conocer cómo se debe conducir ante los medios de comunicación y cuáles serían los resultados de sus expresiones. Si lo anterior no bastaba, la lengua desenfadada de Trump hizo lo propio y nada menos que en el salón de la CIA dijo que los periodistas son las personas más deshonestas del mundo. ¿Es adecuado su mensaje? ¿Debe expresarse a días de su investidura de esa manera de los periodistas? ¿Por qué sucumbe a las críticas? Las multitudes de mujeres marchando por sus derechos en diversas ciudades del mundo también parecieron encolerizar al presidente y a su vicepresidente Pence. Haciendo gala de machismo, Pence recurrió a regañar a los hombres que dejaron ir a las esposas a la marcha. No debería estar anonadada con la salta de disparates de todos esos discursos retrógados porque se anticipaban, pero lo que sí me desconcierta es que el equipo Trump no identifique lo que es obvio y, además, le permita que continúe insultando en Twitter.
Durante la campaña presidencial, los medios de comunicación parecieron disfrutar de esos discursos, pero ahora, cuando se está metiendo el dedo en la llaga, no son lo mismo mensajero que mensaje. Respeto de ambas partes y podría llevarse la fiesta en paz. De lo contrario, como dicen muchos amigos en las redes, preparen el popcorn o, mejor dicho, las palomitas de maíz, para no olvidarnos del idioma español que también se eliminó de la página oficial de la Casa Blanca.