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Tommy y Ricky: ¿Cuál es el miedo?

Representantes de tres sectores ideológicos ofrecen semanalmente a Metro sus puntos de vista sobre el quehacer político en la isla.

En el 2012, Luis Fortuño, Jenniffer González y Thomas Rivera Schatz legislaron un proceso plebiscitario que buscaba aglutinar todas las fuerzas anti-ELA bajo una misma consigna. Ricky Rosselló felizmente hizo campaña a favor de esa alternativa, “no”, en la primera pregunta. Como era de esperarse, al unirse las fuerzas estadistas y las fuerzas independentistas, ganó el rechazo a la “condición política territorial actual”, según ellos mismo redactaron la pregunta. El PNP logró fabricar el resultado que tanto anhelaba.

Cuatro años después, Tommy y Ricky buscan fabricar una supermayoría a favor de la estadidad. Sin embargo, por alguna razón —temor, supongo— no quieren someter a la opción anexionista al mismo proceso con el cual alegan descalificaron al ELA. En vez de hacer un simple voto estadidad, ¿sí o no?, buscan ahora que su alternativa se enfrente únicamente a la independencia. Tal como pasó con el plebiscito de 2012, el resultado se puede anticipar.

Como también podemos anticipar que, al igual que con el resultado de 2012, el Congreso ignorará el de 2017. En el plebiscito de Fortuño, las 498,604 papeletas que en la segunda pregunta fueron dejadas en blanco provocaron que algunos congresistas llamaran “ficción estadística” el supuesto apoyo de un 61 % que el PNP calcula obtuvo la anexión.

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En el plebiscito que se anticipa será el 28 de mayo, el voto en blanco puede acabar siendo el único vehículo que los puertorriqueños, que creemos en el juego limpio, la democracia y la inclusión, tengamos para expresarnos en una papeleta que no pretende recoger el sentir del pueblo, sino que solo aspira a producir un resultado predeterminado, excluyente y artificial. Esas papeletas en blanco, aun si el PNP insiste en no incluirlas en el cálculo final de los porcientos, harán que nuevamente se perciba como ambiguo el resultado, particularmente si le niegan cualquier mayoría o si hubiera más de estas que el total votadas a favor de la anexión.

Lo que me lleva a la pregunta con la que intitulé este artículo: ¿Cuál es el miedo? ¿Miedo a perder si someten su alternativa al mismo proceso al que sometieron al ELA? ¿Por qué era bueno para el ELA, pero no para la anexión? ¿Miedo a no obtener una mayoría? ¿Miedo a que, si el mensaje es muy claro, de una forma o de otra el Congreso, en efecto, decida contestarnos? ¿Por qué temerle a un resultado que no esté abierto a interpretaciones y ambigüedades?

De igual forma, me pregunto en qué están pensando algunos independentistas. Muchos han celebrado el que el PNP se mueva a atender el tema del estatus sin importar el mecanismo o que se pretenda excluir al menos a un 39 % del electorado que se identificó con el PPD en los pasados comicios. ¿Quieren ellos que la independencia sea tan ampliamente rechazada por el pueblo? ¿No ven que están usando su ideal como un cuco para movilizar más electores, no a apoyar la anexión, sino a rechazar la independencia? ¿Quieren que en nuestra historia, si llegamos a ser independientes, se sepa que lo fuimos por imposición, no porque el pueblo lo reclamó? ¿No sería eso una derrota para un Partido Independentista Puertorriqueño que en toda su historia ha luchado por la independencia en las urnas?

Si nos toca solo a los populares, que así sea; pero debemos aspirar a levantar la indignación de todo un pueblo. De un pueblo que no quiere otro ejercicio fútil. De un pueblo que no cree en el abuso.

Alternativas tenemos para levantar ese ánimo de rechazo contra esta trampa anexionista. Debemos llevar nuestros reclamos de inclusión activamente ante el Congreso, el presidente y los tribunales federales. Aun cuando el PNP lo niegue, el último informe de la Casa Blanca, que dio pie a la asignación de $2.5 millones para la celebración de un plebiscito, indica que “no incluir la opción del ELA levantaría preguntas muy serias sobre la legitimidad del voto”.

Y si, finalmente, insisten, activemos a cientos de miles de electores, para que con orgullo y abiertamente lleven sus papeletas, sin marcar, de la mesa a las urnas.

Falta solo que nosotros vayamos de frente, sin miedo a nada ni a nadie.

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