¿Con cuántas noticias falsas usted se ha encontrado en Internet? Miles, seguramente. Pero, ante una falsedad, ¿qué usted puede hacer? En ocasiones, de una manera responsable los que publicaron a sabiendas de la falsedad se disculpan, pero hay que aceptar que son más las noticias falsas que se comparten que las que se aclaran. Ello constituye un peligroso patrón para el periodismo.
Los gobiernos, cuando toman el mando, prometen revoluciones digitales para evitar la desinformación, pero a fin de cuentas poco hacen para reglamentar. Las noticias falsas desestabilizan y afectan unos sectores más que otros. Los gobiernos consideran la información falsa una amenaza para su estabilidad y permanencia en el poder. Tan pronto compartimos información sin verificar estamos aportando a la revolución digital informal. En ese mundo de la manipulación informática los periodistas no podemos caer porque plantea grandes problemas éticos difíciles de superar.
PUBLICIDAD
Pensemos por un momento en el caso estadounidense en el que se investiga si es cierto o no que hubo intromisión rusa en la web del Partido Demócrata y que por lo cual influyó en el resultado electoral. El presidente electo Donald Trump prefiere caer en la patética imagen de callar periodistas o sacarlos de la conferencia de prensa en lugar de contestar las preguntas relacionadas con este tema. Trump alude a que son los periodistas los que a lo largo de los dos años de campaña intensa han colocado en la web todo tipo de noticia falsa sobre él. Interesantemente, los medios de comunicación poderosos se allanan y no exigen respeto. Parece como si no se hubiesen recuperado del knock out electoral. De hecho, lo que circula es que varios periodistas influyentes y que tuvieron en la campaña electoral discusiones con el equipo Trump serán relevados de sus funciones. Los medios de comunicación involucrados no ven con buenos ojos estar de malas con el eventual presidente de Estados Unidos. Representaría inestabilidad, así como pérdida de dinero. Sin embargo, las denuncias de intervención cibernética electoral en Estados Unidos han ocasionado una rebelión con miras a fijar más reglas y correctivos para las compañías cibernéticas que manejan a su antojo el mercado digital. Los dueños de las grandes estructuras digitales están muy preocupados por las amenazas lanzadas contra sus compañías debido a que podría socavar sus ganancias. Al escándalo estadounidense-ruso se suma la petición de la primer ministro de Alemania Angela Merkel para que ese país sea el primero en que la red social Facebook inaugure las herramientas para identificar noticias sospechosas de falsedad. Es decir, Alemania se convertiría en el primer país en permitir que una empresa cibernética se adentre en los archivos recónditos de la información para poder identificar la veracidad de la información. ¿Qué realmente quiere comprobar o averiguar el Gobierno alemán? ¿Quiere apropiarse de las fuentes de información de los periodistas? ¿Podría colocar en entredicho la libertad de prensa y la libertad de expresión?
Quizá con esta medida Facebook quiera restituir o evitar perder más credibilidad debido a que es la red en la que más noticias falsas navegan. El nuevo sistema funcionaría apoyado por una organización independiente que se llama Correctiv y que alertaría de la noticia falsa o sospechosa al usuario de Facebook. Para que ello funcione es evidente que necesitará acuerdos comerciales con los medios de comunicación o institutos con credibilidad para que puedan contrastar información. Si se comprueba que la noticia es falsa, la red social emite una alerta al seguidor y al medio o la persona que la publicó y podrían exponerse a multas. Dicha acción constata lo que muchos todavía niegan que las redes sociales son parte de los medios de comunicación y como tal debe asumir la misma responsabilidad que los medios de comunicación tradicionales.
Como es natural, a los ciudadanos y navegantes del ciberespacio les preocupan los cambios y amenazas lanzadas siempre y cuando interfieran con su identidad digital ubicada en la red social de su preferencia. Intervenir en los datos, fotografías y acceder a información clasificada colocan en encrucijada el derecho a la intimidad y la libertad de expresión.